BOLETÍN ELECTRÓNICO “FEDDF” PASIÓN POR EL DEPORTE
POR PORFIRIO HERNÁNDEZ
Vicepresidente FEDDF
-¿Vienes?
-No, no me apetece.
-¡Qué raro! ¿Estás bien?
-Sí, sí, no te preocupes. Hace demasiado calor y habrá mucha
gente.
-Vale, vale. Pues volveré sobre las dos y media. Si puedes ir
calentando la comida. Está ya preparada.
tan igual. Ver venir esas enormes olas, saber que estás solo,
que nadie me va a decir ¿te ayudo?, nadie va a tratar de le-
vantarme del suelo, nadie me va a ceder su silla. Prepararte a
su abrazo fuerte, casi brutal, pero ¡tan lleno!, ¡tan para mí
sólo!
Horas de playa. El verano no tenía sentido sin eso. Era la liber-
tad. Y hoy no me apetece.
-Sí, tranquila. Vendréis a mesa puesta.
Si que es raro. No ir a la playa. Impensable para mí. Nunca
imaginé que llegaría a no apetecerme. De crío iba al agua a
cuatro patas, arrastrando las piernas que ya no querían fun-
cionar. En aquellos tiempos, apenas había gente, nos conocía-
mos todos y más a mí. La gente me quería y admiraba que, en
mi situación y tan pequeño, entrara en esa mar brava, peli-
grosa, decían. Con esas enormes y fuertes olas que a todos
arrastraban. Pero para mí era libertad. Allí mis piernas no
eran un lastre, eran parte de mi cuerpo zarandeado. La mar
no tenía piedad conmigo. Era uno más. Sin embargo, no me
sentía maltratado, bien al contrario, me hundía, me lanzaba
hacia fuera, volatines, revolcones. Esa fuerza inmensa ante la
que solo podía rendirme, dejarme en sus brazos y que hiciera
de mí lo que quisiera, porque era uno más. Ya nunca nadie
me ha tratado así, nunca nadie me ha hecho sentir tan suyo,
Salgo aunque el pueblo no está muy preparado para mover-
me con la silla, pero me estoy deprimiendo y necesito esca-
par. No sé exactamente de qué. No tengo nada de qué que-
jarme o quizá sí.
La vida no es fácil. Sales de ese pequeño mundo de la infan-
cia, donde te sientes uno más, apenas alguna mirada de pie-
dad, para sumergirte en ese otro de la vida adulta, duro, de-
sigual, poco receptivo a lo diferente… Y eso que pronto en-
contré en la natación adaptada un pequeño refugio. En el
agua estaba con mis iguales y, como en la mar, no había dife-
rencias. Tocaba luchar para llegar lo más lejos posible. No me
fue mal. Algunas medallas, el reconocimiento general, mi au-
toestima volaba.
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