A medio camino entre el terror y lo sobrenatural, Pablo Pinto Canales debuta en la literatura local con su libro “Silencio”. El volumen se compone de 15 cuentos cortos de lectura rápida, en su mayoría de historias con un climax inesperado. El título de sebe a uno de los cuentos que lo conforman, y en el que Pinto retrata la angustia de una mujer que encuentra a su pequeña hija sangrando en la pieza sin entender que ha sucedido. “Fue uno de los primeros que escribí que sentí que podía hacer algo con él” explica.
La idea de hacer una obra de terror nace luego de conocer al escritor Marcelo Simonetti. “Estaba buscando un lugar donde mejorar mi estilo y encontré su taller en Valparaíso. Le llevé mi caballito de batalla que era “Silencio” y se interesó en el cuento”. El autor de “La traición de Borges” le ofreció la oportunidad de publicar en su sello Ediciones de la Lumbre si le presentaba 5 cuentos más. Así, lo que partió como un breve relato terminó convertido en un volumen de 144 páginas.
Fanático del cine de Kubrick y escritores como Lovecraft, este psicólogo oriundo de La Serena ha estado interesado desde niño en las historias de miedo. “Leí unos cuentos de terror que me regalaban mis papás y siempre me ha quedado dando vueltas esa manera de crear historias. Así, fui descubriendo que disfrutaba escribir de esa manera” admite.
El terror presente en “Silencio” nace de lo cotidiano: ocurre en la carretera, dentro de las casas, en hoteles. La comprensión de la mente humana en su experiencia como psicólogo le ha ayudado a escribir. “Son relatos realistas y creíbles sobre lo que son capaces de hacer las personas. Tienen en común las amistades, relaciones familiares y de pareja. La idea es plantear las perversiones o degeneraciones de los personajes de una manera que pueda ser posible. Tienen acciones macabras, pero lo que está en el fondo de ellas es la esencia del ser humano”
"Silencio" de Pablo Pinto,
un debut de terror
2 NO LEJO, JULIO 2012
"La idea es plantear las perversiones o degeneraciones de los personajes "
Por Angela Rivanera