Naruto Glovo Naruto teaser | Page 31

30 Jesús Martínez La gente es peña. Mucho más anónima. Mucho más entera. Puede venir o ir o darse la vuelta, girar sobre sí misma, re- presentar o aclamar. Los hijos de la gente son los grafiteros, que juegan al ratón y al gato por el simple motivo de probarse. Los grafiteros son la clase culta de los tirados. Y los tirados, en mayor o menor medida, son los que so- portan el peso de Barcelona, los atlas que cada día levantan el globo Barcelona, los mancomuneros que sostienen el sistema Barcelona: barrenderos de verde grifa, repartidores cronome- trados –escopeteados–, Glovos de precario («Hazte repartidor en menos de 24 horas»), cuadrillas de paletas marroquíes, mu- chos de la misma aldea de origen… Barcelona la levantan los que acaban cayéndose. La aluminosis afecta a todos. El edificio se aguanta si la base es sólida. Y poco consistente es una base que paga 3 euros la hora (señoras de la limpieza, eufemísticamente llamadas «ca- mareras de hotel»). En Naruto. Los guerreros de Glovo y otras historias en la Bar- celona de la aluminosis social se cuentan eso, historias, películas: aventuras con las que mi sobrino diría: «para flipar». Algunas descabelladas, otras indolentes, la mayoría con un toque de añoranza; no por lo que se fue, sino por lo que no ha venido. La refriega es ir tirando del hilo y narrarlas, documentarlas, ser su depositario: el periodista es notario del pasado, con un punto de Kubrick. ¿Fantasea? No, despeja el camino para que los demás puedan ver las pisadas de quienes les preceden. Parece ser que ha desaparecido la aluminosis, el mal de los pisos que en los noventa daba titulares. Pero quien eso afirme estará mintiendo, a sabiendas de que bellacamente miente. La