Naruto
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aluminosis afecta un porcentaje elevado de bloques de Barce-
lona. La diferencia es que hoy nos hemos olvidado de ella, por-
que nos hemos olvidado de sus gentes, porque nos hemos ol-
vidado de que son (somos) ciudadanos de primera (hubo una
vez una Barcelona en la que todos los de segunda ascendieron
a primera). Porque nos hemos olvidado de los barrios, que ya
no se saben dibujar en el mapa, porque nos hemos olvidado
de que lo que mal empieza mal acaba. Y aunque la ciudad de
los Juegos del 92 sigue ardiendo en la llama del recuerdo, a esa
misma ciudad ya le han diagnosticado alzhéimer. En Lancas-
ter, 13, María Álvarez Ogando no reconoce sus calles.
Se las han cambiado.
Barcelona se ha vuelto a dividir en centro y periferia.
Es una división «sistémica», de clase, profunda como el
Besòs Profundo.
El Besòs Profundo está tan adentro tan adentro que es como
una nube de polvo en la nebulosa de Orión, es decir, a trillones
de años luz de Barcelona.
En el Besòs Profundo, la porquería forma bolas del Oeste,
los calcetines liberados de los tendederos cuelgan de las ramas
de los árboles secos, y algún yonqui despistado busca el camino
hacia La Mina.
En el Besòs Profundo, los bloques sufren de aluminosis.
Las autoridades miran hacia otro lado, supeditados a otros
intereses más urgentes (por ejemplo, la dialéctica del somos).
Nadie se hace cargo de nada, nadie quiere saber quién hace
qué, nadie dice: «Tranquilos, yo me encargo».
En el Besòs Profundo, se deshacen como un azucarillo los
sueños de The Cranberries («The person falling here is me»).
Esto se le oye: «Unos dicen: “Pero si ha aguantado el edi-
ficio 50 años, seguro que aguanta 50 más”… Y otros no dan
respuesta o dicen: “Buf, va para largo”, como me indicaron las