El nombre de la exposición hace referencia a que cada objeto inanimado a nuestro alrededor tiene un ser, un espíritu y que debemos saber apreciarlo. Pero también se podría decir que hace referencia a los ojos con los que el artista plástico ve a los objetos que pinta. Su amor por el realismo y los detalles nos hacen concluir que el pintor aprecia cada objeto como es y que quiere pintarlo con todo y sus defectos, para así transmitirle al espectador el deseo de ver ese espíritu oculto en las cosas más cotidianas, en las cosas más simples. Al observar con detenimiento sus obras, el espectador se percata de que existen objetos preciosos a su alrededor, por donde pasa cada día, y que nunca les ponemos atención. En una sala con cuadros de querubines, aldabones y retablos queretanos, los espectadores se dieron cuanta de la falta de atención que le ponemos a cosas “tradicionales” para ellos. Muchos de los ahí presentes ni siquiera lograban ubicar el lugar en donde se encontraba el aldabón de la pintura. Es con esa finalidad que el pintor recorre el mundo; va de un país a otro, pintando con extrema delicadeza objetos viejos y olvidados para traerlos de nuevo a la vida. Para recordarle a la gente que descubriremos que todo tiene un espíritu si tenemos la paciencia de observarlo.