Método filosófico, problema y tesis Trabajo 3 unidad 2 seminario filosófico 1 | Page 11

similares a los experimentos reales y que, por lo tanto, pueden desempeñar funciones en el contexto de justificación de las teorías. Estos dispositivos son usados tanto en la ciencia como en la filosofía y su grado de validez es total. A veces son comparados con un laboratorio, pero de forma mental, donde se puede hacer con los elementos adecuados una comprobación. Los experimentos mentales no pueden ser comparados con los ejemplos que muchas veces buscan afianzar un conocimiento que se trasmitido. Los dos tiene una separación totalmente radical: mientras que el ejemplo es tomado de los sucesos cotidianos y son aplicados para la compresión de una teoría o de una explicación, los experimentos mentales son sucesos creados imaginariamente, ilustraciones imaginarias (muchas veces no se sustentan en el mundo) y tratan de hacer una teoría más aprehensible. Garreta (2012) citando a Brown (1991) distingue dos clases de experimentos: Los destructivos y los constructivos. Los destructivos son experimentos construidos para poner en evidencia los puntos débiles de alguna teoría. Esta clase de experimento podría ser determinado como un modelo crítico al hacer ver los errores e ilusiones del contraargumento. Por otro lado, los constructivos pretender transformar las ideas de la teoría en claras, aprehensibles y evidentes. Uno de los experimentos mentales muy conocidos y que anota Garreta en su artículo es la famosa máquina de experiencias de Nozick que pretende refutar el utilitarismo hedonista: “Para refutar esta concepción Nozick nos propone imaginar que neurofisiólogos construyen una máquina que, a través del uso de drogas y otros procedimientos, es capaz de crear las sensaciones más placenteras imaginables y cualquier clase de experiencia que el sujeto, el cliente que va a conectarse a ella, desee vivir. La máquina sería capaz de «estimular nuestro cerebro de modo que pensáramos y sintiéramos que estábamos escribiendo una gran novela, desarrollando una amistad o leyendo un libro interesante». Sin embargo, en realidad, durante ese período, que podría prolongarse por años, «habríamos estado [...] flotando en un tanque, con electrodos adheridos a nuestro cerebro». Por supuesto, una vez que entramos en la máquina creemos que las experiencias son reales, el punto es que tenemos que decidir conectarnos o no conectarnos sabiendo que las creencias en cuestión serán falsas, que no estaremos viviendo una vida real, sino que permaneceremos flotando en un tanque en un laboratorio. La pregunta de Nozick es si deberíamos conectarnos a esa máquina de por vida, preprogramando nuestras experiencias vitales. El autor cree que la mayoría de las personas rechazarían la oferta de conectarse de por