Helen Keller dijo alguna vez: “La literatura es
mi utopía, No hay barrera de sentidos que
me pueda quitar este placer. Los libros hablan
sin impedimentos de ninguna clase”,
es decir, que si en algún momento el cuerpo
y la mente se agotan, no hay nada
mejor que un buen libro para
distraerse, o tomar un lápiz y
escribir tu propia historia, sea en
verso o en líneas.
Para Frank Kafka “un libro debe ser el
hacha que rompa el mar helado
que hay dentro de nosotros”, o bien
las aglomeraciones de pensamientos
de las clases que muchas veces no se filtran
bien y se hacen pesadas e impenetrables rocas de asentamiento que impiden que la información deseada, al haber entrado por un oído, salga por el otro.
Desde algún rincón de Latinoamérica, Miguel de Cervantes nos gritó que “la pluma es la lengua del alma”, y qué mejor forma de “darle cuerda” que frente a un auditorio que, al igual que tú, espera el momento de la apertura.
Es así, que cuando muchos escuchamos las palabras “recital” y “próximo” juntas algo logra encenderse en nuestra mente; se abre paso poco a poco y el corazón se acelera cuando esa chispa se convierte en idea, y esa idea es querer participar. Aunque no se sepa qué hacer (leer, declamar, o incluso contar una historia), allí es cuando se piensa, y también se siente, que entre un mar de trabajos, tareas o simplemente el pensar en deber hacer esto y lo otro, existe la posibilidad de detenerse y respirar. hacer esto y lo otro, existe la posibilidad de detenerse y respirar.