ser una persona virtuosa, cede también a las tentaciones; y
porque su destino nos indica que el confiar en las buenas
intenciones de las personas, que parece lo ideal, es arriesgarnos a caer en multitud de trampas. Si no hubiera nada que
nos hiciera agradable la figura del lobo feroz, éste no tendría
poder alguno sobre nosotros. Por lo tanto, es importante que
comprendamos su naturaleza, pero lo es incluso más que
sepamos qué es lo que le hace tan atractivo a nuestros ojos.
Por muy atrayente que nos parezca la ingenuidad, es peligroso
seguir siendo ingenuo durante toda la vida.
Sin embargo, el lobo no es únicamente el seductor masculino,
sino que representa asimismo todas las tendencias asociales
y primitivas que hay dentro de cada uno de nosotros. Al abandonar las cualidades que debe poseer una niña en edad escolar, como el «andar absorta y preocupada», Caperucita se convierte en la niña del período edípico que no busca más que el
placer. Al ceder a las sugerencias del lobo, le ha dado también
la oportunidad de comerse a la abuela. En este punto, la
historia se refiere a algunas dificultades edípicas que quedaron sin resolver en la niña, y el hecho de que el lobo la devore
también a ella es el castigo que se merece por haberlo
dispuesto todo de manera que aquél pudiera eliminar al personaje materno. Ni siquiera un niño de cuatro años puede
evitar sorprenderse de lo que hace Caperucita cuando, en
respuesta a las preguntas del lobo, le da las instrucciones precisas para llegar a casa de la abuela. ¿Cuál es el objetivo de
esta información tan detallada, se pregunta el niño, sino el
asegurarse de que el lobo pueda encontrar el camino? Sólo los
adultos que están convencidos de que los cuentos son absurdos pueden dejar de ver que el inconsciente de Caperucita
está haciendo horas extras para librarse de la abuela.
Sin embargo, tampoco la abuela está libre de toda culpa […] la
abuela de Caperucita cede a sus propias necesidades sin
tener en cuenta lo que le conviene a la niña […] resulta fatal
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