del placer se afirma explícitamente cuando el lobo dice a
Caperucita: «Mira qué flores más bonitas hay por aquí. ¿Por
qué no te fijas en las cosas bellas que hay a tu alrededor? Me
parece que ni siquiera oyes los pajaritos que cantan. Pareces
absorta y preocupada, como si te dirigieras a la escuela; en
cambio, todo lo que te rodea es hermoso y alegre». La madre
de Caperucita ya había advertido a su hija de este conflicto
entre hacer lo que a uno le gusta y lo que uno debe hacer, al
decirle: «No te apartes del camino principal... Y cuando llegues
a casa de la abuela no te olvides de darle los "buenos días" y
no empieces a curiosear por todos los rincones». Así pues, la
madre es consciente de la tendencia de Caperucita a apartarse del camino señalado y a espiar en los rincones para descubrir los secretos de los adultos.
[…]
«Caperucita Roja», de forma simbólica, proyecta a la niña
hacia los peligros de sus conflictos edípicos durante la pubertad y, luego, la libera de ellos, de manera que puede madurar
libre de problemas. Los personajes maternos […] son insignificantes en «Caperucita», donde ni la madre ni la abuela pueden
hacer nada: ni siquiera amenazar o proteger. En cambio, el
personaje masculino es mucho más importante y está disociado en dos formas completamente opuestas: el seductor peligroso que, si se cede a sus deseos, se convierte en el destructor de la niña; y el personaje del padre, cazador, fuerte y
responsable.
Es como si Caperucita intentara comprender la naturaleza
contradictoria del personaje masculino al experimentar todos
los aspectos de su personalidad: las tendencias egoístas, asociales, violentas y potencialmente destructivas del ello (el lobo)
y los impulsos generosos, sociales, reflexivos y protectores del
yo (el cazador).
Caperucita Roja gusta en todo el mundo porque, a pesar de
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