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lugar, por debajo de las tres principales organizaciones políticas. La votación obte- nida por CA comprimió a otros partidos de oposición, entre los que se cuentan al- gunos nuevos y otros larga- mente consolidados. Es notorio que CA cuen- te con una base robusta, que se debe a la densidad del mensaje que la convo- ca, tanto en palabras y ges- tos como en el liderazgo de Manini Ríos. Su ingreso a la política se produjo inmedia- tamente de ser destituido por el presidente Tabaré Vázquez del cargo de co- mandante en jefe del Ejér- cito, como consecuencia de sostenidos enfrentamientos con poderes de la Repúbli- ca. Este personaje no es el único actor relativamente exitoso que ingresa en la disputa electoral a través de la puerta falsa de la antipolítica, pero condensa más que nadie el poder ex- plicativo de un posible nue- vo momento en la política uruguaya. Mientras que la principal fortaleza electoral de lo que representa Manini Ríos pasa por radicalizar la confronta- ción política y rechazar cual- quier contaminación cen- trista, los partidos del siste- ma se amontonan en el cen- tro para disputar por ese mágico electorado. La ilusión del centrismo como segura carta ganado- ra no resiste el repaso de los resultados electorales en amplias zonas del mundo. Las victorias recaen sobre variadas expresiones anti- democráticas, que crecen, casi invariablemente, a cos- ta de todas las variedades de la moderación y el cen- trismo. Esto es visible en las derrotas de las socialdemo- cracias en Europa y de los progresismos latinoameri- canos de la pasada década (aun cuando ahora se vis- lumbra la recuperación de algunos), pero también en los escasos resultados de viejos y nuevos actores ubi- cados en el centro político. Las opciones de centro fueron derrotadas en Brasil y Argentina a manos de las fuerzas que tensan y no ne- cesariamente de las que moderan. Otro tanto suce- dió en Chile, donde la últi- ma elección registró el cre- cimiento de la derecha que proponía radicalizar el mo- delo y también del nuevo Frente Amplio que impulsa- ba un cambio de rumbo desde la izquierda. Mientras tanto, para la mayoría de los países de la región, in- cluido Uruguay, parece de- clinar el prestigio del con- cepto de «centrismo». Al mismo tiempo, como infor- ma el Latinobarómetro, se registra un mayor desape- go social hacia las institu- Luis Lacalle Pou 12 ciones de la democracia y crece una expresiva recon- ciliación social con las solu- ciones autoritarias o no cla- ramente democráticas. Aunque la autopercepción sobre la excepcionalidad uruguaya siempre aporta argumentos para descalifi- car en clave nacional lo que aquí se argumenta, sosten- dremos nuestras dudas so- bre el centrismo. La realidad, esa cruel adversaria La tendencia a fugarse de la realidad es otra difi- cultad asociada a la dispu- ta por el centro en la coyun- tura actual, un desafío que afecta por motivos diferen- tes a desafiantes y desafia- do. Más allá de los esló-ga- nes moderados y la prome- sa de «mantener lo bueno» en caso de triunfar, los opo - sitores al FA se enfrentan a un problema: que las trans- formaciones que hicieron mejor a la sociedad urugua- ya obedecen a la presencia del FA en el gobierno y, so- bre todo, que esos cambios no estuvieron ni están en la agenda de interés de los partidos opositores. Tendrán pocas posibilidades diferen- tes que acumular capital electoral a costa de despres- tigiar al FA, mediante un Frankenstein armado con verdades, medias verdades y mentiras descomunales. El problema vuelve a ser, nue- vamente, que el único be- neficiario seguro de ese jue- go es el agente antipolítico y el desgaste del sistema. Tampoco el FA aporta mucho para anclar la cam- paña electoral en las de - mandas objetivas y subjeti-