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los «antipolíticos» tienen, en Uruguay, una predilección por el orden militar, como ya lo demostraron en su apoyo a distintas dictaduras. Un dato que corrobora esa tendencia es que simultá- neamente con las eleccio- nes se someterá a plebisci- to un proyecto de reforma constitucional que consoli- da una estructura jurídica de orientación más punitivista que la existente. Daniel Martínez Asalto militarista a la sociedad política to que se presenta el pano- rama electoral a partir del complejo balance entre de- bilidades y fortalezas de los dos bloques en pugna. Por- que algo evidente es la exis- tencia de dos bloques cla- ramente delimitados: de un lado está el F A (firme en la pretensión de un cuarto go- bierno) y, del otro, un arco político encabezado por Luis Lacalle Pou del Partido Na- cional que, aunque disper- so, se consolida mayorita- riamente alrededor de la intención de desalojarlo del poder. Resulta paradójico que, inmediatamente después de su último triunfo electoral en 2014, se extendiera has- ta convertirse en un sentido común la idea que el FA solo acumula fracasos, que es un proyecto político agotado o fallido. Algunos focos de la estrategia política oposito- ra fueron temas construidos como claves, tales como la seguridad y la educación. Durante los cinco años de gobierno se sucedieron conflictividades de baja in- tensidad que enfrentaron al gobierno con los sectores opositores, pero también con segmentos de su pro- pia base social. Simultánea- mente, el FA sostuvo una obstinada defensa del vice- presidente de la República y ex-presidente de la petro - lera estatal Ancap, Raúl Sendic, acusado por haber sostenido mentiras absur- das (por ejemplo, sobre su título académico) y cometi- do pequeñas raterías en el uso de sus privilegios. A fi- nales de 2017 el dirigente renunció a su cargo bajo la presión de la opinión públi- ca. Diferentes expresiones de lo que se nombra como «antipolítica» se instalaron como componentes sustan- tivos de algunos discursos políticos y electorales hasta adquirir la dimensión de sentidos comunes. Uruguay no parece estar en los um- brales de un «que se vayan todos», pero tiende a insta- larse una «grieta» entre lo instituido y lo novedoso. La izquierda gobernante pasó a encarnar la representa- ción de lo instituido, mien- tras que antiguos integran- tes del statu quo tradicional ensayan discursos desa- fiantes. Además de los par- tidos Blanco y Colorado, hay militares retirados e incluso un conglomerado denomi- nado Un solo Uruguay, in- tegrado por las patronales agropecuarias, de la indus- tria y el comercio. La mayor tensión políti- ca de la campaña proviene de actores «antipolíticos». Y 11 Gral. Guido Manini Ríos El rasgo más notorio de avance de la antipolítica se expresa en el impensado éxito que obtuvo un movi- miento construido alrededor de un liderazgo militar. En las elecciones primarias del pasado 30 de junio, el mo- vimiento Cabildo Abierto (CA), que se articula alrede- dor del general Guido Manini Ríos, llegó al cuarto