por Alfredo Grande
El frío que mata
En nombre del padre, no del hijo
y siempre del espíritu facho
(APe) Hace muchos años, un
analista político internacional de pres-
tigio participó de una mesa en la CTA.
En su exposición, al describir los gru-
pos de poder en la Argentina y sus
agrupamientos políticos, fue desde el
arco de la extrema izquierda, que no
es lo mismo que una izquierda extre-
ma, hasta la extrema derecha, que es
lo mismo que una derecha extrema.
Le pregunté por qué no incluía la ca-
tegoría de «fascismo». Entonces con
fundamentos sólidos me explicó que
en la Argentina no había fascismo.
Cuando el Jefe de Gobierno d e
la Ciudad de Buenos Aires desató la
batalla del Borda, que en realidad fue
el arrasamiento de profesionales y
pacientes, se realizó el domingo si-
guiente un acto. Invitado por mi ami-
go Oscar Ciancio, tuve una interven-
ción en la que, a pesar de las explica-
ciones escuchadas hace años, dije:
esto es fascismo. Y enumeré las com-
plicidades y traiciones que permitie-
ron que el fascismo, con su mejor ma-
quillaje, se apropiara de la reina del
Plata. Reina que no hizo demasiada
resistencia para impedir esa apropia-
ción.
El tiempo pasa y la ropa no queda.
Mi aforismo implicado: »no llegó por-
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que lo votaron, sino que lo votaron por-
que llegó», quizá se gestó en esa char-
la. Entre otras cosas, llegó porque na-
die aventuró ni anticipó, ni creyó que
podía llegar. La fuerza del vampiro re-
side en que nadie cree en él. Van
Helsing creyó y pudo destruirlo. Acá
han negociado, han aprovechado, se
han enriquecido, con la sangre que el
vampiro ha succionado de las venas y
arterias abiertas de América Latina,
parafraseando a uno de los pocos Van
Helsing: Eduardo Galeano.
Los muertos por el frío son en
realidad asesinados porque en los
tiempos del fascismo constitucional, el