los 70. El 21 de marzo de 1964, Agee
anotó en su diario que las escuchas en el
departamento de Gallego Soto habían ve-
rificado que tenía contacto con Earle Pérez
Freeman, el jefe de la inteligencia cuba-
na en Uruguay.
El General y el Bebe
No está de más recordar que tres años
antes, Punta del Este había sido el esce-
nario de la reunión de la OEA en la que
Cuba fue expulsada del sistema
interamericano pese al rechazo de Arturo
Frondizi. El Che había sido el delegado
cubano en esa cumbre, y Cooke ya esta-
ba en tratos con La Habana.
Para marzo de 1964 se produjo el gol-
pe de Estado en Brasil, y Guevara, presio-
nado por el fracaso del foco guerrillero
de Masetti en Salta,
era tentado por
Leonel Brizola para
armar una guerrilla
brasileña en suelo
uruguayo para lu-
char contra la dicta-
dura de Castelo
Branco. Brizola era
cuñado del depues-
to presidente Joao
Goulart, y pasó bue-
na parte de su exilio
en Uruguay.
Fue en esos días
cuando se concretó
el encuentro en
Puerta de Hierro, que
García Lupo fecha en-
tre mediados de marzo
y mediados de abril. Es
decir, mientras la CIA
constataba que Gallego
Soto andaba en tratos
con los cubanos. Para
esos días, el Che tuvo la
certeza de que la gue-
rrilla de Masetti había
sido desarticulada por
la Gendarmería. Surgía
una duda: ¿se podría
insistir en un foco con
ayuda del peronismo?
Por cierto que antes de Masetti, y en
nombre de Perón, ya había habido
una experiencia foquista, la de los
Uturuncos. Guevara pasó por Praga
y París en esos días de la primavera
europea y en algún momento llegó
de incógnito al bastión por excelen-
cia del anticomunismo en Europa oc-
cidental: la España del Generalísimo
Franco.
El encuentro se inscribía en la es -
trategia de Perón para su anhelado
regreso a la Argentina. En Buenos Ai-
res, la embajada norteamericana
advertía de un giro a la izquierda,
anticipando que ya estaba en mar-
cha el «Operativo R etorno». Faltaba
saber si el General se atrevía a re -
costarse en ni más ni menos que la
última y triunfante revolución plebe -
ya, la bestia negra de Occidente.
Fidel Castro con
Jorge Masetti
19
Rogelio García Lupo
y Rodolfo Walsh
Como se sabe, Perón quiso vol-
ver, pero jugando su destino con el
sindicalismo de Vandor, que mucho
no se movió por el regreso, y al que
le causaba escozor cualquier cosa de
tinte rosado.
Vestido de sacerdote
Guevara estuvo fuera de Cuba en
misión diplomática entre el 17 de
marzo y el 17 de abril de 1964. En
algún momento de ese mes se dio el
encuentro con Perón. Alberto López,
amigo y albacea de Gallego Soto,
conservó el relato sobre la noche en
que el agente fue llevado ante el Ge -
neral, y éste le dijo que era el hom-
bre ideal para manejar «los fondos
de la liberación», una importante
suma de dinero destinada a una ac-