preguntas últimas o cuestiones fundamentales de
la existencia.
3. La capacidad de distanciamiento de la realidad
circundante y también de nosotros mismos. Sin
distancia, uno queda atrapado en el contexto, en
el entorno, y carece de capacidad para hacer de su
vida un proyecto singular.
4. La autotrascendencia o capacidad de
superación, de ir siempre más allá, de cruzar
fronteras y no contentarse con lo conocido o
establecido. Es lo que mueve a exploradores, a
alpinistas, a científicos, a filósofos, a teólogos, a
médicos a superarse a sí mismos, a dar el máximo
de sí para conquistar lo que todavía no conocen.
5. El asombro. Una cosa es existir. Otra, muy
distinta, es darse cuenta de que uno existe. La
planta existe, pero no sabe que existe. Una cosa
es mirar, otra cosa es admirarse de la realidad.
Esta capacidad admirativa constituye el origen del
filosofar.
6. El autoconocimiento. La inteligencia espiritual
nos faculta para adentrarnos por aquella infinita
senda que conduce al conocimiento de uno
mismo. Sólo quien se conoce a sí mismo puede
realizar sus proyectos, aspirar a una vida feliz
7. La capacidad de valorar, es decir, de emitir
juicios de valor sobre decisiones, actos y
omisiones. La tarea de valorar es sólo propia de
los humanos y nos convierte en sujetos éticos.
8. El gozo estético. La belleza no es un objeto,
tampoco una cosa. Es una experiencia que
acontece en el interior de un ser humano y que
está directamente relacionada con la inteligencia
espiritual. No se capta sólo con los sentidos. Lo
que uno capta a través de sus receptores, son
estímulos visuales, gustativos, auditivos, táctiles u
olfativos, pero la belleza es una vivencia
espiritual.
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9. El sentido del misterio. Lo misterioso circunda
al ser humano por todas partes. No es verdad que
el desarrollo de las ciencias naturales atrofie el
sentido del misterio. Más bien, es lo contrario. El
misterio es el principal impulsor de la ciencia.
10. La búsqueda de la sabiduría. Toda persona
anhela, desde lo profundo de su ser, una sabiduría
vital, una visión global de la existencia, una
orientación que le permita vivir una existencia
feliz.
11. El sentido de pertenencia al todo. El desarrollo
de la inteligencia espiritual faculta para tomar
conciencia de la íntima relación de todo con todo,
de la profunda y subterránea interconexión entre
los seres del cosmos. Quien cultiva la inteligencia
espiritual es capaz de sentirse miembro del gran
Todo.
12. La superación de la dualidad. Consiste en ver al
otro como una realidad que emana de un mismo
principio, como un ser que forma parte del mismo
todo, como un hermano en la existencia. Este
sentimiento de unidad, de disolución de la
separación es la base de lo que se denomina
experiencia mística.
13. El poder de lo simbólico. Gracias a la
inteligencia espiritual, tenemos el poder de lo
simbólico, capacidad de convertir en símbolos
objetos naturales y artificiales, y comunicarnos a
través de ellos.
14. La llamada interior. Nadie nace sabiendo qué es
lo que va a dotar de sentido su vida, lo que la va a
hacer valiosa. A medida que desarrolla su vida, se
da cuenta de que está llamado a hacer algo con
ella. Es la vocación que cada uno debe descubrir
por sí mismo y le va a posibilitar su realización.
15. La elaboración de ideales de vida. Los ideales
no son ideas, ni objetos tangibles. Son objetivos,
aspiraciones que uno desea hacer realidad a lo
largo de su vida. El peor de los dramas que un ser