plementarias entre sí por el bien de toda la humanidad, pues la es-
pecialización de los sexos en realidad mejora las expectativas que
el ser humano puede conseguir. Pero algunos partidos estimulan
frívolamente el odio de las mujeres hacia sus maridos con el fin
de obtener su voto y mientras tanto miran para otro lado ante las
rupturas matrimoniales y la caída escandalosa de la natalidad. Por
culpa del feminismo las mujeres han contraído tanto miedo al ma-
trimonio que cada vez más son más las que en lugar de tener hijos
prefieren tener perros, en un ejemplo de absurdo evolutivo.
Otra de las cuestiones en las que hay más diferencia entre las apa-
riencias y la realidad son las mal llamadas democracias, pues en
aquellos países donde se utilizan se asume que son modelos polí-
ticos opuestos a las dictaduras, pero tal afirmación es falsa, pues
en realidad son más parecidos de lo que parece, pues en ambos
casos la población tiene una capacidad de participación política
reducida, pues lo común es permitir a los ciudadanos elegir úni-
camente la composición del parlamento pero siendo completa-
mente vetados en la definición de las leyes, la auténtica democra-
cia solo será posible cuando los ciudadanos puedan decidir de
forma individual todas y cada una de las leyes. Resulta verdade-
ramente patético ver como algunos países invaden a otros con el
argumento de que es para restablecer la democracia, cuando la
suya solo es aparente, esto recuerda los tiempos en que Roma in-
vadía otros estados diciendo que era por su bien, porque según
ellos solo vivían barbaros. En la actualidad sabemos que ni eran
tan atrasados como se creía ni tampoco son tan honorables los
motivos de los supuestos “demócratas” porque la verdad es que
esto solo son excusas para actuar de forma imperialista.
EL DILEMA DE LOS PROFETAS
El gran dilema que la sociedad del futuro se debe plantear respec-
to a los grandes filósofos o pensadores es. ¿Deben ser considera-
dos como seres divinos o como seres humanos? El problema de la
divinización de los antiguos filósofos como Buda o Cristo consis-
te en que al plantearse como seres divinos y por tanto sobrehuma-
nos se tiende a negar al librepensador la posibilidad de cuestionar
las opiniones o afirmaciones de tales filósofos. Pero la cuestión
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