DIOS Y MANDO
Hoy en día existe una gran controversia entre la asociación que se
hace entre la idea de Dios como elemento de mando universal y la
disputa que al mismo tiempo existe respecto a la libertad de los
individuos para decidir. Esta controversia se produce sobre todo
entre los partidos políticos de izquierda porque tienden a compa-
rar el símbolo abstracto de Dios con la dominación injusta de los
antiguos sistemas feudales. El trauma producido a lo largo de los
siglos por tantos sistemas de gobierno injustos ha dado lugar a la
creencia de que es posible la subsistencia solo mediante sistemas
de gobierno anárquicos o gobernados por personas procedentes de
la clase obrera. Pero es necesario aclarar que en todo sistema or-
ganizado es necesario un gobierno que cuente con todas las fuer-
zas sociales y aquellos países que más se han esforzado por desa-
rrollar un modelo de gobierno de tipo comunista han producido
tiranías iguales o peores que las habidas en el pasado. Porque con
frecuencia son los peores individuos de esa clase obrera los que
han asumido los puestos de dirección, convirtiéndose en ejemplos
de maldad en ningún caso inferiores a cualquier sistema feudal.
Porque el poder con frecuencia atrae a la codicia y es absurdo
pensar que el mal solo es propio de ricos y no de pobres. La ver-
dad es que el mal no distingue de clases sociales y pensar que la
tiranía solo es posible entre los poderosos es una creencia absur-
da.
Es lógico defender la libertad de elección y de pensamiento, pero
también es cierto que todo sistema organizado necesita de un sis-
tema de dirección, tanto si esto se refiere a un país como si se tra-
ta del universo y es evidente que en todo sistema organizado es
necesario que existan unas normas de funcionamiento que las par-
tes estén obligadas a cumplir. Pero creer que por el hecho de que
en el pasado hayan existido ejemplos de gobierno injustos, por
ello hay que rechazar toda forma de mando es completamente es-
túpido. Por este motivo es común en los partidos de izquierdas
rechazar la religión, porque consideran equivocadamente que la
existencia de unas leyes universales puede poner en duda la liber-
tad del individuo, pero no comprenden que cuando se pone en du-
da la existencia de un gobierno estable, con unas normas claras, se
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