refiere a detener la inmigración ilegal, ya que por un lado se tolera
como si fuera inevitable, pero al mismo tiempo se intenta limitar
los derechos sociales a todos los ciudadanos. Los políticos y los
empresarios nos intentan convencer de que su incapacidad para
detener esa invasión migratoria les obliga a blindar los derechos
sociales y reservarlos solo para quienes se los puedan pagar, pero
la verdad es que permiten esa inmigración con el fin de provocar
una injusta competencia con los trabajadores locales provocando
la bajada de los sueldos y con ello reducirles a la esclavitud. Pero
lo más lamentable de todo es que esos mismos trabajadores ob-
serven impávidos como los inmigrantes ilegales les roban sus
puestos de trabajo y no tengan el valor de oponerse a ello, y mien-
tras tanto los ricos se mantienen en un gueto privilegiado. Por ello
legalizar a estos inmigrantes es un grave error, puesto que aunque
pueda considerarse lamentable su situación no deja de ser injusto
frente a aquellas personas que intentan emigrar de forma legal y
por lo tanto representa un apoyo a las mafias de la inmigración.
Por otra parte no tiene ningún sentido consentir la inmigración en
un país en el que ya existe una bolsa de parados numerosa, pues
esto da lugar a un enfrentamiento innecesario entre los trabajado-
res al haber más personas dispuestas a trabajar que puestos de tra-
bajo disponibles y por lo tanto causa un evidente empobrecimien-
to de la población. Es decir que los procesos migratorios deben
estar siempre supeditados a que en los países receptores exista
una oferta de trabajo para que puedan ser absorbidos sin perjudi-
car al resto de los ciudadanos. Lo ideal sería que todos los países
aplicaran políticas de control de la natalidad por el que su número
de habitantes siempre coincidiera con el de puestos de trabajo
disponibles. Por ello, lo que resulta evidente es que en un mundo
que se plantea las relaciones comerciales sin barreras, lo priorita-
rio no debe ser que los países desarrollados apliquen las políticas
laborables de semiesclavitud que se utilizan en los países subde-
sarrollados, sino exigir a esos países que si quieren comerciar con
ellos deberán aplicar unas políticas comunes de ámbito mundial
que garanticen unos derechos humanos y laborales justos a todos
los ciudadanos del planeta.
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