un descontento social que exigía más cuota de poder en los órga-
nos de decisión que hasta ahora estaban reservados a la aristocra-
cia terrateniente, es en este contexto de cosas como surgió la de-
mocracia ateniense. A partir de ahí Atenas no dudo en hacer pro-
paganda de su sistema político situándose a sí misma como ejem-
plo de lucha por el justo reparto del poder, sin embargo esto solo
era mera propaganda para favorecer su propia campaña de expan-
sión imperial por toda la región, la verdad es que la democracia
ateniense fue más el producto de las luchas por el reparto de po-
der entre los sectores productivos, que una verdadera democracia,
pues solo representaba a esos sectores y tan solo tenía derechos
políticos una ínfima parte de la población, por eso para describir
correctamente este sistema político habría que decir que más bien
era un sistema totalitario pero abierto a más sectores de población
que el clásico sistema feudal. Es en esta época cuando comenzó a
definirse la división de los modelos políticos entre izquierdas y
derechas, mientras que Atenas representaba el progresismo demo-
crático, Esparta representaba el conservadurismo terrateniente y
monárquico, pero esto solo es una forma simplista de definirlo,
pues en realidad ambos sistemas políticos eran en realidad mode-
los totalitarios que reservaban el poder a solo unos pocos de sus
ciudadanos, además en Esparta, el poder se encontraba muy repar-
tido, entre un sistema legal militarista inspirado por Licurgo y que
apenas dejaba margen de maniobra al rey, y por otro lado los éfo-
ros, que eran quienes verdaderamente controlaban el poder, el rey
tan solo cumplía las funciones de jefe del ejército pero con capa-
cidad política limitada. Esto demuestra que los sistemas políticos
de Atenas y Esparta no eran tan distintos como una observación
superficial podría indicar. Siglos después, la guerra civil inglesa
de 1642 supuso el resurgir en época más moderna de la lucha de
clase entre la aristocracia terrateniente y la burguesía empresarial,
pero de nuevo el objetivo de estas luchas supuestamente democrá-
ticas no era el deseo honesto de repartir el poder con el pueblo,
sino más bien servirse de él para derrocar a la aristocracia. Este es
en realidad el modelo político que la sociedad contemporánea ha
heredado, no se puede negar que el proceso de evolución de las
naciones hacia la democracia es un factor de progreso, pero tam-
bién es cierto que mientras la democracia no deje de servir úni-
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