LOS PARÁSITOS MENTALES
Es sorprendente ver que en esta sociedad contemporánea la ver-
dad es casi siempre lo contrario de lo que parece, no es la verdad
lo que se busca sino la apariencia de verdad, no se busca la hones-
tidad sino mostrar ante los demás la imagen que se piensa que
ellos valoran.
Esta es una sociedad materialista en la que es habitual presumir de
dignidad cuando se carece de ella, en la que los ciudadanos pare-
cen dar más importancia a lo superfluo que a lo verdaderamente
valioso. Es en esta cúspide de mentiras donde es más importante
dudar de lo que nos dicen y son precisamente aquellos que se
sienten desengañados con el mundo actual los que más inmuniza-
dos y predispuestos se encuentran a descubrir a los timadores.
En este momento presente, en el que más se presume de no tener
prejuicios, es cuanto más se tienen, estos prejuicios actúan como
auténticos parásitos mentales, pues no proporcionan ningún bene-
ficio a quien los tiene. Un ejemplo de ello es la forma en la que el
cine nos muestra el mundo actual, pues parece que los guionistas
tuvieran unos dioses a los que servir que les marcan estrictamente
la pauta de sus guiones, hasta el punto de convertir sus películas
en historias desagradables, amargas y destinadas solo a contentar
a los movimientos sociales más radicales, por ejemplo es curioso
ver como en la actualidad se tiende a colocar en los papeles de je-
fes a personas de raza negra, con el fin de que no se les pueda
acusar de racistas, pero lo que el espectador no comprende es que
tan solo son papeles secundarios, pues a diferencia de la vida real
sus sueldos son inferiores a los que cobran los actores blancos,
que si bien no interpretan papeles de jefes, sin embargo sus pape-
les sí son principales y por lo tanto mejor pagados. Todo con el
fin de aparentar una normalidad que no existe y servir a esos fal-
sos dioses a los que parece estar entregada esta sociedad hipócrita,
esos falsos dioses que proponen el feminismo o el mesticísmo
como algo ideal, cuando solo están llevando a la autodestrucción
de la sociedad occidental, nos dicen que no existen las diferencias
raciales cuando hasta un niño de dos años las distingue, por ello,
quienes critican alegremente a quienes defienden la integridad ra-
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