pareja a la mujer, la vivienda común, los hijos y buena parte del
sueldo del marido, creándose así en el hombre la sensación de que
la ley colabora con ellas en su propia humillación, sobre todo si
tenemos en cuenta que en muchos casos esto les lleva inevitable-
mente a la pobreza, al carecer la mayoría de los hombres del dine-
ro necesario para poder mantener el nivel de gasto que la ley les
exige. Por ello, sería bueno que de darse tal separación, la ley sea
consecuente y verdaderamente la considere como tal, otorgando a
ambos cónyuges el mismo derecho a disfrutar de los bienes de la
pareja, o el derecho a criar a sus hijos en igualdad de condiciones.
Lógicamente con la excepción de aquellos casos en que estuviera
demostrada la actitud negligente de uno de ellos durante la convi-
vencia matrimonial. Porque si la ley es discriminatoria y busca la
humillación de los hombres, entonces estará impidiendo que pue-
dan rehacer sus vidas, creándose entonces una situación de evi-
dente injusticia, de la cual ellos culparan sin duda a sus mujeres
aun siendo inocentes.
El feminismo es culpable de sembrar la discordia en las parejas, al
inducir a las mujeres a creer que su deber en la vida es competir
con los hombres por las mismas funciones sociales, cuando eso
no es así. Un matrimonio ante todo debe ser un acuerdo entre dos
personas por el que cada cónyuge se especialice en tareas distin-
tas, con el objetivo de ser igual de felices, pero sin que eso impli-
que que para ello tengan que desempeñar las mismas funciones.
Un hombre inteligente es el que se preocupa de que a su mujer no
le falte de nada, de colmarla de cuidados y tiene en cuenta sus
opiniones para que sea feliz, pero quien piense que una mujer es
mejor que el hombre solo por el hecho de serlo, demuestra ser
profundamente ingenuo. El mito feminista de que el hombre está
en deuda con la mujer, ha llevado a que muchas mujeres crean
que pueden ser malas con los hombres sin sentir remordimientos
de conciencia. Es cierto que hay cosas que deberían cambiar tanto
por parte de los hombres como por parte de las mujeres, pero
también es cierto que la naturaleza creó los sexos con el fin de
que cada uno se especialice en tareas distintas, no para favorecer a
uno sobre el otro, sino por el bien de todos.
La clave de que tenga sentido que la mujer acepte ceder al hom-
bre la función de administrador de la familia o dicho de otra ma-
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