nera de que acepte cederle la función del mando, está en el hecho
de que el objetivo esencial de la vida no tiene por qué ser necesa-
riamente la obtención de puestos de relevancia política o de otro
tipo, sino de conseguir la máxima felicidad, y en el caso de la mu-
jer esa felicidad va unida de forma indisoluble a su realización
como madre y ama de casa como tareas principales, por ello, la
cesión del mando al hombre o de su mayor presencia en el mundo
laboral, no tiene por qué implicar que la mujer tenga por qué ser
menos feliz, sobre todo teniendo en cuenta que un matrimonio es
una unión sólida en la que los beneficios de esta relación deben
ser para los dos cónyuges por igual. Es decir que la función de
mando del hombre en el matrimonio únicamente debe tener como
fin dar estabilidad a la relación, pero en ningún caso se debe con-
siderar que esta cesión en el mando implique que la mujer deba
perder su libertad o pueda ser menos feliz que el hombre, pues esa
cesión del liderazgo siempre debe ser democrática, es decir te-
niendo en cuenta la opinión de la mujer y persiguiendo siempre el
bien de la pareja. Por ello, la participación de la mujer en el mun-
do laboral debe ser considerada como perfectamente aceptable,
pero siempre y cuando su tarea como madre y ama de casa haya
quedado suficientemente satisfecha. La naturaleza decidió que el
hombre y la mujer fueran diferentes, no para que uno sea menos
feliz que el otro, sino porque su especialización en tareas distintas
puede ofrecer una vida más feliz para ambos.
Lamentablemente muchas de las leyes que se han creado en Eu-
ropa para favorecer la integración de la mujer en el mercado labo-
ral solo han servido para provocar un marcado descenso de la na-
talidad hasta niveles críticos, todo ello con el único objetivo de
conseguir el voto femenino altamente influenciado por las organi-
zaciones feministas. Esto es consecuencia de la creencia mera-
mente utópica pero falsa, de que la mujer debe imitar en todo al
hombre para estar realizada como persona. Como consecuencia de
ello, en los países donde más se han implantado estas políticas la
natalidad ha descendido hasta niveles insuficientes para una reno-
vación aceptable de la población, pero los políticos callan al res-
pecto y tan solo proponen para solucionarlo fórmulas mediocres,
como pagar a las mujeres algo de dinero para que se queden en
estado, en lugar de afrontar el problema desde su raíz, que es re-
32