del grupo de población considerado sano, esto es posible, porque
el hecho de que uno de los padres porte una enfermedad heredita-
ria, no implica que todos sus hijos la tengan que heredar necesa-
riamente. Con este sistema de un hijo por pareja, el número de
habitantes que portasen enfermedades genéticas iría disminuyen-
do de forma paulatina hasta desaparecer. Este sistema se aplicaría
solo a una parte mínima de la población al mismo tiempo, empe-
zando por las enfermedades más graves y una vez eliminadas es-
tas se pasaría después a las más leves. Otro método que se podría
utilizar para eliminar las enfermedades genéticas sería seleccionar
los genes enfermos y extraerlos de los óvulos, para posteriormen-
te cambiarlos por otros sanos, aunque este método es bastante
más complicado que el anterior y además se corre el riesgo de
provocar mutaciones no deseadas.
Desde la antigüedad existe un método natural de corrección de
fallos genéticos, que funciona mediante nuestra propia capacidad
de elección de pareja. Es decir que cuando una persona decide
que la pareja con la que va a formar su familia sea bella o sana, en
realidad lo que hace es favorecer que sus propios hijos lo sean.
Porque cuando elegimos a la persona con la que vamos a tener
hijos, lo que estamos haciendo es determinar qué características
van a heredar ellos. De esta forma la selección sexual es funda-
mental para decidir qué cualidades tendrán las generaciones futu-
ras. Esto demuestra que el deseo de tener una pareja bella o sana
no solo es deseable, sino nuestro deber, porque así favorecemos el
progreso de las generaciones futuras y evitamos un sufrimiento
innecesario a nuestros descendientes al evitar que hereden las tan
lamentables enfermedades genéticas. Sin embargo, este sistema
natural no es infalible, pues mucha gente no es capaz de saber que
enfermedades hereditarias transporta, por lo que establecer un
programa de erradicación de estas enfermedades llevado a cabo
por especialistas sería de gran utilidad para garantizar la salud ge-
nética de las generaciones futuras.
Hasta aquí me he referido a la perfección del hombre en el aspec-
to físico, sin embargo no debemos olvidar que el hombre es la
unión de cuerpo y espíritu y que solo cuando la humanidad com-
plete su desarrollo en el aspecto moral, habrá terminado su fase
esencial de progreso y podrá considerarse verdaderamente evolu-
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