El asombro me invadía y mis fuerzas declinaban,
por el miedo que roía las horas y mis dedos,
a la par con mis latidos, el asombro me apuraba,
en espera de una fuerza que valiente acompañara.
Sigiloso y muy atento a la puerta me acercaba,
para descubrir aquel llamado que el toc, toc no se paraba,
sujetaba en el camino un bastón de vieja guardia,
que alguna vez utilice en pasadas cabalgatas.
Empuñaba con mi mano el garrote y su bravura,
mientras lenta y silencioso la perilla la giraba,
Fueron largos los segundos o minutos que pasaban,
Que nunca creería que eso yo tardaba.
Lentos los destellos de la luna traspasaban,
Al abrir muy pausado los portales de la casa,
Al no encontrar sombra alguna,
mi sorpresa aumentaba,
No encontraba o se insinuaba un rostro que respondiera a mi llamada.