Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 577

¨El Misterio de Belicena Villca¨ sus Almas! ¡Y si Ella conseguía quitar el miedo de Bera y Birsa, tan siquiera atenuarlo, todo mi plan se derrumbaría como un castillo de naipes! ¡Incluso podríamos sufrir un contraataque de los Demonios, ya recuperados, que entonces sí sabrían en qué Mundo encontrarnos! Evaluar estas posibilidades me paralizaba. Trabajosamente desaté las cuerdas y bajé la garrafa de ácido de mi espalda. Tío Kurt haciendo gala de extraordinaria habilidad, ya había extraído el corazón de Bera, dejando en su lugar un horrible boquete por el que manaba abundante sangre, la que formaba un charco en torno de su cadáver. Puso el corazón humeante dentro del sombrero hongo, que flotaba sobre la sangre como una grotesca réplica de la barca de Caronte, y rápidamente se hincó sobre el cuerpo exánime de Birsa. Con certeros tajos del cuchillo de monte, filoso como navaja, fue cortando el chaleco de fino casimir inglés y la no menos valiosa camisa de seda china; al llegar a la carne, practicó una profunda incisión central, que luego agrandaría hasta exponer el extremo de las costillas y la cavidad toráxica: desde allí seccionaría las arterias del corazón, que en aquellos Demonios estaba localizado en el lado derecho del cuerpo. –“¡Tío Kurt lo sabía!” –descubrí consternado–. Y pensar que me atreví a poner a prueba su Honor; el no sólo sabía que podíamos fracasar: también sabía por qué podíamos fracasar. Y no obstante haberlo sabido, calló para cumplir con las órdenes del Señor de Venus. Recordé la advertencia del Capitán Kiev: “al finalizar la operación recién verán lo que no contemplaron al principio, pero que si lo hubieran visto al principio les impediría finalizar la operación”. ¡Avalokiteshvara, Ella era lo que Yo no había contemplado al principio, ya que si hubiese supuesto que Su Piedad auxiliaría a los Demonios a superar el pánico no habría emprendido la Operación Bumerang! Y tío Kurt lo había comprendido entonces, él que se quejaba de no comprender nada, pero había callado porque sabía cuánto quería Yo atacar a los Demonios. Por eso me hizo comprar el ácido sulfúrico sin darme mayores explicaciones: él también tenía una teoría; conocía un modo alquimístico de neutralizar la protección de la Gran Madre Binah; o sabía como mantener el pánico de los Demonios. Enseguida sabría cuál era la respuesta. Sobre el ácido sulfúrico, sólo me había dicho que “fija la materia orgánica en Saturno”: “al introducir el corazón, asiento del Alma, en el ácido sulfúrico, estamos constelando el Alma en Saturno, situándola en el principio del Universo y contribuyendo a su regresión involutiva”. De acuerdo al plan, a mí me correspondía introducir los corazones en la garrafa de ácido. Mas ahora presumía que aquella recomendación apuntaba a otro objetivo, además del declarado por tío Kurt. Asenté la garrafa en el umbral de la puerta y la destapé; tomé el sombrero hongo, que acababa de recibir el segundo corazón, y lo coloqué a su lado; y, no sin cierta repugnancia, me dispuse a tomar los órganos diabólicos. Fue entonces cuando me detuve fascinado, y luego quedé paralizado de espanto. Está escrito: “los corazones pertenecen a Avalokiteshvara”. El corazón del animal- hombre, del Hombre de Barro, recibe la protección de la Gran Madre Binah por medio de la Intellegentia de YHVH y su conciencia crepuscular, recibe más luz por medio de la Sapientiae del Gran Padre Hokhmah. Capítulo XIV Como dije, iba a tomar los corazones humanos de Bera y Birsa, cuando me detuve fascinado: la causa fueron las scintilla luminis, o chispas de luz, que comenzaron a brotar de ellos. Miles de chispas que saltaban en todas direcciones, ora girando en círculo, ora en espiral, o trazando curvas brillantes de caprichosa forma, me impedían distinguir el fondo del sombrero, y aún el sombrero mismo. Fascinado por el espectáculo, encantado, quizás hechizado, recordé sin quererlo la definición del Alquimista Khunrath; son, dijo, “Scintillae Animae Mundi igneae, Luminis nimirum Naturae”, es decir, “son Chispas ígneas del Alma del Mundo, Luces que se evidencian en la Naturaleza”. Tales Scintillae acompañan siempre las fases de la Alquimia; y en ese momento estaban presentes todos los elementos del opus: en el Gabinete de la Naturaleza, se hallaba la prima materia de los corazones; el aqua permanens 577