Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 570
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Padecen de gran confusión ideológica y no pueden ser verdaderos Camaradas: hoy están
contigo y mañana no sabes a quien responderán.
– ¡Despacio tío Kurt, despacio! –traté de serenarlo–. No desprecies así a quien representa
nuestro único apoyo. Aquí, en la Argentina, él es de lo mejor que hay: ¡ya no estamos en el
Tercer Reich! ¡Eso pasó! El Führer ya no está a la vista para despertar la lealtad sin límites
que tú sientes ¡Al Führer sólo lo vemos nosotros, los Iniciados! Y no podemos exigirles a ellos
que se comporten como Caballeros
si están obligados a vivir en el mundo de la pre-
Sinarquía Universal: ¡recuerda que tú mismo preferías morir que sobrevivir en este mundo! Sé,
pues, un poco tolerante; y no te preocupes, que sólo le diré lo que él desea oír. Comprende,
tío Kurt, que no debo mentir; pero tampoco puedo decirle toda la verdad Le revelaré,
entonces, parte de la verdad, aquella parte que él ansía conocer y que a nosotros no nos
afecta que él conozca
Desperté a Maidana, con una taza de café en la mano. Se disculpó por su “falta de control”
y se recompuso al instante. Bebía el café como agua y en cuestión de minutos consumió tres
tazas, mientras escuchaba mi propuesta.
–Le hablaré como Camarada Nacionalista, Comisario Maidana –aclaré–. Hemos
coincidido, con mi amigo, en que efectivamente Ud. puede facilitarnos el tipo de ayuda que
nosotros necesitamos. Lógicamente, para llegar a un acuerdo, tendré que poner algunas
cartas sobre la mesa, así pues comenzaré por el asesinato de Belicena Villca. Ante todo, le
señalaré el móvil del crimen: su hijo Noyo Villca Los asesinos procuraban establecer el
paradero de Noyo Villca ¿por qué? Porque el joven era un agente de Inteligencia infiltrado en
las organizaciones subversivas.
– ¡Sabía que había algo concreto en todo esto! –Exclamó triunfalmente Maidana–. Tras
tanta locura, y profusión de pistas falsas, tenía que haber un móvil específico al que se
buscaba ocultar.
–En efecto –confirmé–. ¿Y sabe Ud. para quién trabajaba Noyo Villca? Pues nada menos
que para el Ejército argentino. Más aún: él era un oficial del Ejército, un capitán G2.
– ¡Madre de Dios! –Invocó– ¿Y por qué esos datos no figuraban en el expediente policial
de Belicena Villca?
–Porque una poderosa organización sinárquica, que funciona en todos los niveles del
Ejército, se ocupó de ocultar la información. No olvide que fue el Ejército quien la encerró en el
manicomio. A dicha organización, integrada no sólo por judíos, pertenecen los asesinos de
Belicena Villca y de mi familia. Lo que Ud. debe conocer, ya que le permitirá descubrir el nexo
entre ambos crímenes, es que Noyo Villca se encuentra fugitivo debido a que la Sinarquía
intenta suprimirlo para evitar que ponga en práctica su saber ultra confidencial. Y que a mí,
su madre antes de morir me suministró las claves para hallarlo.
– ¡Ahora se aclara todo! –Creyó Maidana–. ¡Lo felicito Dr. Siegnagel! ¡Es Ud. todo un
hombre: se jugó sólo por la causa nacional y los asesinos internacionales se lo hicieron pagar
caro! Ha hecho bien en confiar en mí. Desde este momento podemos trabajar juntos contra
esa organización y ayudar también a Noyo Villca.
–No se adelante, Maidana, que no es así como Yo veo las cosas –lo frené–. El favor que
le vamos a pedir no consiste en el apoyo de Ud. y de su grupo sino en otra cosa. En ese
sentido, y por el momento, Ud. quedará afuera de nuestra acción: esa será la base del trato;
sin discusión: la toma o la deja Mi propuesta es la siguiente: Noyo Villca pertenecía a un
grupo nacionalista ultra secreto del Ejército: Yo conozco su contacto y estoy dispuesto a
revelárselo, con lo cual su grupo y el de ellos podrán arreglarse para trabajar juntos. De ese
modo Ud. no quedará fuera del caso: pero sí, y por el momento, le repito, deberá dejarnos a
nosotros operar contra los asesinos.
– ¿Qué quiere decir con “por el momento” –quiso saber Maidana, que no se chupaba el
dedo.
–Quiero decir que la restricción que le impongo es provisoria, motivada en la presunción
de que nosotros tendremos más posibilidades de éxito si operamos solos. Pero, que
confiamos en Ud., lo demuestra el contacto que le voy a dar. Y además le daré mi palabra de
Honor de que si nuestra acción fracasa, y queda otra oportunidad, recurriremos sin
vacilar a Ud.
–En principio acepto –accedió Maidana–. ¿Quién es el contacto?
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