Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 569

¨El Misterio de Belicena Villca¨ furtivamente, tal como Ella permitía que se percibiera Su Vida Eterna bajo la Vestimenta simbólica, Vrúnica, de la Espada Sabia; en ese instante nupcial, al verla por primera y última vez en la vida, grité sin saber por qué: “¡te he re-encontrado!”; y Ella me besó al pasar, perdiéndose en la Negrura Infinita de Mí Mismo, y dejándome sumido en un éxtasis indescriptible, más helado que nunca, más duro que nunca, más completo que nunca: Piedra de Hielo, Hombre de Piedra, Mujer Kâlibur, Espada Sabia, Kâli; ¡OH Kâli!. “¡OH, Kâli!”, murmuraba, al entrar tío Kurt y transportarme a la amarga realidad del funeral de Cerrillos. Me costó recobrar la lucidez, luego de ese sueño tan vívido, y como entre sueños escuché a tío Kurt reseñar el mensaje del Capitán Kiev. Desde luego, no lo hizo sin hacer oír su protesta personal. – ¡Hablé con el Capitán Kiev, Neffe! ¡Como lo hacía hace 35 ó 40 años! ¡Y tú tenías razón: es conveniente ejecutar tu plan, estratégicamente conveniente! Lo que no necesariamente significa que el plan sea bueno. Así que, no te alegres demasiado, porque el Señor de Venus me hizo una advertencia, ambigua, como todas las advertencias de los Dioses. Pero antes de referirme a ella, te diré que nada ha cambiado después de tantos años, que para mí todo permanece igual, es decir, en la nebulosa más opaca; y que estoy harto de esta vida en la cual Yo tengo el poder pero, al no comprender mi poder, al no abarcar el Símbolo del Origen que Soy, no consigo insertarme racionalmente en la Estrategia, en la Gran Estrategia de los Siddhas Leales y del Führer. Otra vez se ha repetido la historia; al comentarle al Capitán Kiev que Yo no tenía fe en la efectividad de ese plan, y menos aún luego de la advertencia que me había transmitido, me dijo textualmente “que Yo no comprendía la situación”. ¿Te das cuenta Neffe? –Preguntó con una aflicción que a mí me resultó cómica– ¡Los Dioses confirman el diagnóstico de Tarstein, Von Grossen, los kâulikas, y tantos otros! ¡Yo no comprendo la situación, ninguna situación, al parecer! Eso lo sé y me llena de pesar, pero a ellos parece importarles maldita cosa mi pesar: les basta y sobra con que les brinde mi poder para realizar sus demenciales planes, aunque Yo no los comprenda. Y el Capitán Kiev participa de esa actitud: mi función no es comprender sino actuar, cumplir las órdenes al pie de la letra. Para comprender la Estrategia están los hombres como Tarstein y tú, los émulos de Nimrod, el Rey Kassita, los locos que planean y consiguen proseguir la guerra en el Cielo, y tomar el Cielo por asalto. Claro que con la colaboración indispensable de nosotros, los poderosos que ignoramos cómo aplicar el poder, que no “comprendemos la situación”, pero debemos emplear todo nuestro poder para salvar el pellejo de los Sabios. Y así continuó protestando un buen rato, mientras Yo lo atendía con paciencia. Finalmente, se refirió a lo que nos interesaba con urgencia. –En resumen, Neffe, que a falta de mayor comprensión, me atendré al principio que para mí es más claro: los Inmortales no pueden morir. Y aquí va la advertencia del Capitán Kiev. En general, aprobó lo que propones hacer, pero me dijo estas enigmáticas palabras: “al finalizar la operación recién verán lo que no contemplaron al principio, pero que si lo hubieran visto al principio les impediría finalizar la operación”. Dime tú, en quien los Dioses confían, qué quiso decir con tan ambigua advertencia. –Querido tío Kurt, he de ser tan sincero como tú: no lo sé con seguridad, pero presumo que nos está avisando sobre una falla en el plan; sobre algo, un detalle importante, que he pasado por alto y que, de considerarlo, quizás me haría desistir de seguir adelante. Pero aun así, nos aconseja actuar y eso haremos. Más no dejaré de darle vueltas al asunto; meditaré una y mil veces en el plan para tratar de descubrir lo que está oculto a mi visión estratégica: no me gustaría recibir una sorpresa al final; y no me arriesgaría por nada del mundo si no estuviese convencido de que vamos a ganar. ¡La sorpresa, tío Kurt, la deben recibir los asesinos! ¡Nosotros tenemos que dominar todas las variables del ataque para evitar ser a la vez sorprendidos! ¡Y juro que no dejaré elemento sin considerar hasta que haya adquirido la máxima seguridad en la operación! Cuarenta y cinco minutos después de haber subido, regresamos junto al Comisario Maidana: se hallaba plácidamente dormido en el sofá donde lo dejamos sentado. Tío Kurt me preguntó, al bajar las escaleras, sobre la táctica que adoptaría para obtener la particular ayuda que necesitábamos de él. – ¿Has pensado en lo que le dirás? No irás a darle detalles de la operación ¿no? –Me saturó con sus dudas–. Mira, Neffe: Yo no me fío de él, ni de ninguna persona como él. 569