Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 568
¨El Misterio de Belicena Villca¨
negro en el contexto de la Chacra. ¡Hay que pensar en solucionar el problema tío Kurt! Pero
estoy seguro que no habrá dificultades insalvables pues el Yantra es sumamente versátil para
construir todo tipo de órdenes, aún las más complejas.
Capítulo IX
Tío Kurt demandó quedarse a solas en mi cuarto. Consultaría al Capitán Kiev de inmediato
con su Scrotra Krâm sobre la conveniencia de realizar o no mi demencial plan. Yo tenía el
convencimiento de que si mi teoría era correcta mi plan sería aprobado por los Dioses, mal
que le pesase a tío Kurt. Por otra parte, el mismo tío Kurt parecía haber depuesto en alguna
medida su actitud negativa: cuando concluí el discurso, sólo sonrió, por primera vez en dos
días, y dijo:
–Estaba equivocado, Neffe. No sólo te pareces a mí, como estimé en Santa María. Te
asemejas asimismo a Konrad Tarstein. Y me lo has recordado ahora, proporcionándome,
como tú lo has hecho, una de sus demenciales misiones. Entonces, al escucharlo, como hoy
a ti, me asaltaba la convicción de que había caído en manos de un loco. Pero después todo
salía de acuerdo a los planes y debía rendirme ante quién tenía “mejor visión estratégica que
Yo”. Realmente, porque te lo mereces, desearía que hoy ocurriese lo mismo y que tú estés en
lo cierto. Por mí, Yo siempre percibiré que a esos planes les falta algo, que están
incompletos, que no pueden dar buenos resultados. Y si se llevan a feliz término, siempre
me asaltará la impresión de que el éxito no dependía del plan, de su mayor o menor
perfección, tanto como de la intervención Divina, del milagro que nos salvará a último
momento.
En fin, ése era mi tío Kurt, y nadie podría ya cambiarlo. Me retiré al cuarto contiguo, el de
la difunta Katalina, mientras él se comunicaba con los Dioses Leales al Espíritu del Hombre.
Habían transcurrido no más de siete u ocho minutos pero Yo estaba dormido
profundamente cuando entró tío Kurt. Quizás porque acumulaba mucho cansancio, quizás
para no pensar en Katalina, que horas antes ocupaba aquella habitación con sus niños hasta
que sintió que su sangre se transformaba en fuego, lo cierto fue que apenas apoyé la cabeza
en la almohada comencé a soñar. Era un sueño simbólico, extraño, pero muy sugestivo: me
encontraba sin saber cómo, en un edificio de muchas plantas, comunicadas entre sí por
innumerables escaleras; Yo andaba tras la búsqueda de algo y subía y bajaba las escaleras
sin dar con su paradero; de pronto, al ascender por unas gradas de piedra verde, accedí a una
plataforma cuadrada sin salida; iba a emprender el regreso cuando advertí un sutil movimiento
en una de las paredes que rodeaba la plataforma; me volví, y al observar con detenimiento,
comprendí que aquella pared era en verdad un espejo; al principio el espejo me reflejó a mí, a
mi aspecto exterior, y por eso lo que ocurrió a continuación me tomó completamente
desprevenido: paralizado de terror descubrí que una enorme y espantosa araña negra me
observaba con igual detenimiento; enseguida adiviné que esa araña era Yo mismo, o algo de
Mí Mismo que se reflejaba afuera; venciendo la aprensión que me embargaba, estiré
tímidamente una mano hacia el espejo, al tiempo que la araña adelantaba su pata delantera
izquierda hacia esa dirección; sobre la superficie especular, nos rozamos; entonces la araña
se erizó, como decidida a picar, y en medio de mi horror, saltó hacia adelante, salió del espejo
y cayó sobre mí, dentro de mí, hundiéndose en el Fondo de Mi Mismo; la terrible experiencia
me obligó a cerrar los ojos, pero luego los abrí de nuevo, aún paralizado, y vi nuevamente al
espejo: pero ya no reflejaba a la araña sino a una maravillosa y bella Espada; la reconocí al
instante, se trataba de la Espada Sabia de la Casa de Tharsis, inconfundible con sus dos
gavilanes en el arriaz, su Piedra de Venus, su empuñadura de marfil espiralado de cuerno del
Barbo unicornio y la leyenda “Honor et Mortis”; estaba como animada, como provista de una
vida que se asomaba furtivamente detrás de la forma simbólica; una vez más llevé mi mano
hacia el espejo, notando asombrado que ahora podía atravesar la superficie; llegué pues hasta
la Espada con intención de tomarla, pero al rozarla, ésta se transformó sorpresivamente y
también saltó hacia mí, entró en mí, se trasladó a lo profundo de Mi Mismo; mas esta vez no
fue una araña sino una Dama, la más bella que jamás haya concebido, sólo comparable con la
Belleza Increada de la Virgen de Agartha, la que reingresó en Mí Mismo, y a la que sólo vi
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