Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 565
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Nos reunimos en mi cuarto, lugar saturado de recuerdos dolorosos. Tío Kurt se recostó en
la cama, y Yo ocupé una silla. Antes que lograse emitir la primera palabra me hizo conocer su
oposición. Más Yo estaba preparado para su reacción, pues hacía días que había
comprendido por qué Tarstein lo calificaba de obstinado.
–Me imagino lo que me vas a decir, Neffe. Desde que apareció el policía Maidana, y diste
crédito a la increíble idea sobre la “humanidad” de Bera y Birsa, vengo temiendo oír “tu plan”.
¿Y sabes por qué? Porque lo imagino. Pero no te preocupes; escucharé tu plan y lo
consideraré con mi mejor buena voluntad. Sólo quiero dejar algo asentado de antemano, un
principio del cual no me moveré pase lo que pase: los Inmortales no pueden morir.
Es obvio, “los Inmortales no pueden morir”, y tío Kurt parado obstinadamente sobre ese
principio no coincidiría jamás con mi plan. Ni con su mejor “buena voluntad”. Pero, como
anticipé, Yo estaba preparado para su reacción y ya había encontrado el modo de que el
futuro no quedase librado a su “buena voluntad”: admiraba a tío Kurt pero lo creía muy capaz
de aguardar otros 35 años antes de emprender una acción. Solté mi discurso:
–Mi querido tío Kurt: nos encontramos frente a dos puntos de vista; y para podernos
mover, uno de ellos debe prevalecer sobre el otro. Empero, ninguno de nosotros cederá en su
posición; y no es conveniente que lo hagamos Tú porque, si bien eres obstinado por demás,
posees poderes que nadie tiene y un conocimiento Iniciático que hay que respetar. Yo porque,
oh tautología, puedo estar acertado o puedo estar equivocado; nadie lo sabe, ni tú. Por algo fui
convocado ahora por los Dioses, por algo recibí la Carta de Belicena Villca, por algo soy un
Von Sübermann, por algo sufro este dolor, el ataque de los Demonios contra mi familia; por
algo serán todas estas cosas, pero no son suficientes por sí mismas para decidir si estoy
acertado o errado. Tú tiendes a creer que todo lo que me ocurre es por ti, más Yo tengo una
idea diferente de mí mismo y pienso que también existo; y que si existo es por algo: por ese
algo que no sabemos qué es pero que quizás sea el estar acertado en mi plan, lo que
supondría que además acertaré al cumplir el pedido de Belicena Villca, que encontraré a su
hijo, al Noyo de la Espada Sabia.
¿Cómo saber cuál es la verdad? ¿Cómo saberlo si, después de lo que ha pasado con mi
familia y de comprobar que Bera y Birsa se han reencarnado para atacar, Yo nunca aceptaré
que los pasos futuros sean decididos por tu “buena voluntad” ni tampoco decidiré por mí
mismo? Te explicaré cómo lo sabremos Y perdóname si tengo que ser duro contigo, tío Kurt.
Tú has dejado asentado tu principio del cual no te apartarás. ¡Pues Yo te expondré el mío, del
cual igualmente no me moveré: sólo aceptaré, y únicamente aceptaré, la Voluntad de los
Dioses! ¡Que Ellos decidan!
Lógicamente, no propongo una “Prueba de Dios”, una Ordalía, para averiguar la Voluntad
de los Dioses. Porque sí hay algo en lo que estoy dispuesto a confiar; y es en tu Honor, en el
Honor de tu Espíritu Eterno. Y tú puedes hablar con los Dioses por medio de la facultad
Scrotra Krâm, aunque estoy seguro que por empecinado nunca la habrás empleado desde
que cayó el Tercer Reich. Pues bien ¡habla con los Dioses, con el Capitán Kiev, y consulta
sobre nuestro futuro, pregunta concretamente cuáles son los pasos que debemos dar! Sea
cual fuere la respuesta que Ellos te ofrezcan Yo la aceptaré. Y la aceptaré de ti: creeré en lo
que tú me digas.
En realidad en lo que Yo confiaba era en que el Honor de tío Kurt le impidiera engañarme.
Y si, pese a todo, me engañaba, allá él: el Führer, que fue quien le comunicó el Scrotra Krâm,
se encargaría de él. Más que persuadirlo mediante la elocuencia, con mi discurso esperaba
meter a tío Kurt en una trampa dialéctica que lo obligara a optar entre llevar a cabo el ataque a
los Demonios o traicionar la Estrategia del Führer. Eso si mi plan era correcto. Pero si no lo
era, y si tío Kurt afirmaba que para el Capitán Kiev no lo era, nunca lo sabría. Lógicamente,
Yo estaba tan seguro de que mi plan era bueno como él de que la conversación con el
Comisario Maidana me había trastornado la razón.
Por el momento, tío Kurt enmudeció. Lo saqué del ensimismamiento pues necesitaba
contar con su aprobación antes de explicarle el plan. A fin de no fallar, acudí a un golpe de
efecto dramático.
– ¿Qué dices, tío Kurt? ¿Hablarás con el Capitán Kiev y recibirás su mensaje? ¿Deseas
que te lo ruegue? No me avergüenza rogarte: hazlo por mí. Recuerda que cuando fui a Santa
María, y por poco no me haces matar por los perros daivas, aseguraste que si Yo hubiera
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