Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 564

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Las últimas palabras del Comisario de Cerrillos me causaron honda inquietud. ¿Qué pretendería la policía? ¿Asesinaban a mi familia y el interrogado sería Yo? –Calma, Dr., que no es nada –aseguró Maidana–. Simple rutina. La policía está despistada y querrá conocer su opinión. Lo mismo le ocurre al Juez; es por eso que se resistía a entregar los cuerpos. Yo le podría dar muchas hipótesis sobre lo que el Comisario no dijo y que probablemente ha sucedido: por ejemplo, es casi seguro que han radiado la descripción del coche negro y no consiguieron averiguar su paradero; ni siquiera sabrán si abandonó la Provincia. Eso los desconcierta; es un auto raro y suponen que alguien debería haberlo visto. Pero ellos no avanzan porque investigan profesionalmente. Ud. y Yo sabemos que, contrariamente a lo que afirman el Comisario y el Juez, éste es en efecto un caso clásico: un caso clásico dentro de la Inteligencia y la Contrainteligencia Internacional. Maidana estaba convencido de su teoría y Yo tendría que darle una respuesta sin dilaciones. Capítulo VIII Ocho y media de la mañana. Me encontraba en la cocina de la Finca de Cerrillos, desayunando con tío Kurt y el Comisario Maidana. Recordaba con tristeza que en aquel ambiente había visto juntos por última vez a mis padres: imagen postrera de una realidad que ya no se repetiría; como producto del viaje que emprendiera esa mañana, mis padres yacían ahora en la pieza de al lado, dentro de sendos ataúdes. El recuerdo me dolía, pero según tío Kurt eso era la debilidad los Iniciados Hiperbóreos, los Caballeros , me dijo en Santa María, no podían tener familia; y mucho menos amarla: eso sería convertirla en blanco del Enemigo, exponerla a una segura destrucción, y, lo que era peor, sería nuestro punto débil. En aquel entonces subestimé sus advertencias, pero ahora comprendía fatalmente cuánta verdad había en sus palabras; por eso insistió tanto: él que conocía al Enemigo sabía, como ahora lo sabía Yo, que ningún consejo era suficiente para prevenirse contra Ellos. Él se había privado durante 35 años de ver asiduamente a su hermana para protegerla, y sería Yo, el hijo, quien la enviaría imprudentemente al verdugo. Era como para enloquecer. Pero Yo no podía enloquecer. Sobre la muerte de mi familia Yo tenía cierta responsabilidad por la negligencia cometida. Más no debía olvidar que los asesinatos objetivos los había ejecutado el Enemigo. Estábamos, pues, en una guerra: ¡y en la Estrategia de esa Guerra, Yo tenía que cumplir una misión! Después del desayuno, Maidana pasaría un momento por la Jefatura de Policía en Salta y luego se iría a descansar. Había prometido regresar a las 18 Hrs. para la inhumación. Sin embargo apuraba una definición en el acto sobre su oferta de ayuda. Para él no se podía perder el tiempo, pues cada minuto que transcurría era ventaja que sacaban los asesinos en su táctica de escape. Ahora, sugirió, si Yo no deseaba atrapar a los asesinos materiales pero deseaba golpear a los instigadores, entonces podríamos hablar en otra ocasión menos dramática, pues garantizaba que su grupo nacionalista también me apoyaría. No sería necesario esperar: Yo ya había tomado una decisión: –Comisario Maidana ¿Sería tan amable de aguardar sólo media hora más, y no tomar a mal que converse a solas con el Sr. Sanguedolce? –le pedí. –No tengo inconvenientes –dijo con confianza. Luego, mientras tío Kurt se dirigía hacia la escalera, se acercó a mi oído y agregó–. Delibere tranquilo, pero no crea que soy estúpido. Lo he observado atentamente y juraría que él no es italiano. Tal vez sea alemán o de algún país nórdico. Y quizás sea pariente suyo o uno de esos héroes nazis que buscan los judíos para liquidar. A lo mejor él es el objetivo oculto de los asesinos orientales: un “contrato” del Mossad, ¿por qué no? ... Me alejé sin escuchar más. Resultaba muy difícil tratar con Maidana: era inteligente, instruido, tenía intuición, pero persistía en la errónea actitud de abarcar todos los hechos con un concepto político superficial. No debía pensar más en él, sino en el discurso que le diría a tío Kurt. 564