Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 557

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Catamarca”; todo muy vago, Dr. Siegnagel. Cuentas bancarias cerradas, cambio de domicilio, abandono del trabajo, de los estudios, de las amistades: se diría que son los actos de quien desea borrar sus pasos, de alguien que huye. Pero Ud. no es un delincuente, no tenía motivos ni enemigos que lo obligasen a huir hace dos meses. ¿O es que entonces surgieron los misteriosos enemigos? Sí, Dr. Siegnagel. Cedí un tanto en mi posición y conecté su extraña conducta con el crimen del Hospital Neuropsiquiátrico. “Podría ser que allí hubo algo más, algo que forzó al Dr. a huir”, me dije, y me entregué a releer el expediente sobre el asesinato de Belicena Villca. ¿Y qué descubro? Pues que no prestamos la menor atención a las medallas judías que tenía en sus extremos la cuerda mortal. Quise saber, lo más pronto posible, qué decían las inscripciones y, sin respetar la siesta, me fui a la Universidad e indagué en una laberíntica sección, creo que se llamaba Departamento de Filología, hasta que dí con un increíble personaje llamado “Profesor Ramírez”. ¿Y qué me dice el Dr. Ramírez? Pues, el pobre hombre salió huyendo al saber que Yo era policía y al ver las fotos de las medallas. Tuve que convencerlo durante horas para que hablara. Resultó al fin que él le conocía muy bien a Ud. Que Ud. le había consultado hace tres meses sobre las mismas inscripciones, pero sin mencionarle el crimen (hizo bien, pues al conocerlo se le cerró automáticamente la boca). Y que atrás de todo esto hay una historia asombrosa en la cual están, como Yo decía Dr. Siegnagel, los malditos judíos. Sí; sí. Ya sé lo que piensa. Que Yo no sé distinguir a los Druidas de los judíos, ni soy capaz de comprender la estructura universal de la Sinarquía. Ud., como todo alemán, cree que nosotros somos idiotas. (¿Druida se dice? creo que así los nombraba el Profesor Ramírez). Mire, es posible que Yo no sepa lo que es un Druida. Pero le anticipo que recién vengo de estar seis o siete horas con el profesor Ramírez en las que éste se empeñó en demostrarme que un Druida es lo mismo que un judío, si es que no entendí mal su síntesis final. Así que, para el caso es lo mismo, sutilezas intelectuales. Yo tenía razón: a Belicena Villca la liquidaron los judíos, judíos especiales pero judíos al fin. Y Ud. también tenía razón cuando me decía que la forma del asesinato, el modus operandi, era cuasi-masónico. Sí, Ud. tenía razón y Yo no le hice caso. Mas ahora no cometeré el mismo error pues he estado pensando. He reflexionado sobre lo que ocurrió hace tres meses, los pasos posteriores suyos, y lo que ha pasado aquí ayer. ¿Y sabe a qué conclusión he llegado? –No me atrevo a imaginarlo –le dije con sinceridad. –Pues que el asesinato de su familia constituye un crimen Ritual. –No puedo negarlo –acepté, pues el policía se merecía la confirmación de sus conclusiones. – ¿Y de la misma clase del de Belicena Villca, quizás cometido por los mismos asesinos? –No podría probarlo, pero estoy seguro de que la respuesta es afirmativa –concedí. – ¡Eso está mejor Dr. Siegnagel! Ya le dije que no estoy aquí como policía sino como amigo. Entiendo que por alguna razón Ud. no puede denunciar la verdad y por eso vengo a ofrecer mi ayuda, la mía y la de mis Camaradas nacionalistas. ¡Tengo un grupo de tareas preparado para entrar en operación en cualquier momento! –dijo, bajando hasta un nivel inaudible el tono de voz. Aunque parezca increíble, Yo seguía sin entender lo que me proponía el oficial Maidana. – ¿Y qué es lo que quiere hacer? –le pregunté sin disimulo. – ¿Y me lo pregunta Dr.? ¡Ayudarlo contra sus enemigos, que sin dudas son enemigos nuestros, y son enemigos del país! ¡Le ofrecemos ayuda concreta, hombres, armas, equipos! Sólo debe darnos los nombres de los asesinos, facilitarnos una pista, revelarnos cuál es su organización. ¿No desea vengar a su familia? Nosotros lo haremos por Ud., o junto a Ud. Contemplé a Maidana desalentado. ¿Cómo podría explicarle la realidad de Bera y Birsa? Indudablemente en la cabeza del policía ni cabía la posibilidad de que atrás de los asesinos hubiese una causa sobrenatural. No reconocía existencia real a lo mágico; y a su juicio, lo esotérico sería solamente un método de inteligencia, destinado a conseguir la “acción psicológica” y la “penetración cultural”. En resumen, el oficial Maidana, como buen veterano del fragote nacionalista, sólo concebía enemigos de carne y hueso, blanos sólidos, judíos, 557