Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 556

¨El Misterio de Belicena Villca¨ la Policía nos entregara los cuerpos de Katalina y los niños, temiendo que en pocas horas se corrompiesen como sucediera con los miembros de la Casa de Tharsis. Más nuestra gestión fue inútil. La autopsia no se completaría hasta el día siguiente. Y, aunque la Policía no lo admitiera, sabíamos el porqué de aquella demora: los Médicos forenses no conseguían establecer la causa de las muertes. Mi hermana y sobrinos fueron encontrados en sus cuartos, en la planta superior de la casa, y presumiblemente fallecieron sin enterarse de los espantosos asesinatos que se estaban cometiendo afuera; habrían muerto, como los miembros no Iniciados de la Casa de Tharsis, en el momento en que el poder del Dordje de Bera transformaba la sangre del lagar en Alquitrán, es decir, a las 0,15 horas. Y obviamente, esto no lo sabían los Médicos forenses. Nos resignamos, pues, a velar sólo a mis padres, aunque comisionamos a la empresa de servicios fúnebres para que insistiese periódicamente en la morgue y reclamase los cuerpos pendientes. Un coche se detuvo y descendió una persona conocida, pero a quien no hubiese imaginado ver allí: ¡el oficial Maidana, el policía que interviniera en el caso de Belicena Villca! Al verme, se acercó presuroso y me hizo presente “su más sentido pésame”, como era de rigor. Y luego se explayó sobre los motivos que lo habían decidido a concurrir al funeral, hablando en su particular estilo, simple y franco. –Dr. Siegnagel, este caso, como se imaginará, ha conmovido a la Provincia: todos desearíamos aprehender a los dementes asesinos de su familia. Pero este asunto queda esta vez fuera de mi jurisdicción: ahora soy Comisario del Departamento Investigaciones, pero no el Jefe de la División. Con esta aclaración quiero asegurarle que no he venido hasta aquí como policía sino como amigo. ¿Me comprende, Dr.? Asentí sin comprender adónde quería llegar. Tío Kurt se hallaba junto a mí y miraba con curiosidad al Comisario Maidana. –Entonces iré al grano: ¿está Ud. en un apuro? ¿Necesita algún tipo de ayuda? Sea lo que sea, no vacile Ud. en confiar en mí. Tengo gente amiga, valiente y leal, hombres probados en la lucha antisubversiva, que estarían dispuestos a actuar, digamos fuera de los reglamentos, para ajustar cuentas con los judíos o con quien sea que lo esté persiguiendo. Tío Kurt frunció el ceño y por un momento temí que lanzase una de sus estruendosas carcajadas; más se hallaba demasiado dolido para ello y en cambio sonrió con clemencia. Yo, por mi parte estaba irritado y estupefacto; irritado, no por la oferta de Maidana, que agradecía pues, aunque absurda, era sincera, sino por tener que vivir toda aquella alucinante situación, incluyendo el funeral; y estupefacto, porque no imaginaba cómo el oficial había llegado a la conclusión de que Yo necesitaba esa clase de ayuda. – ¿No me responde? –Dijo consternado– ¿O es que no confía en mí? Pero Yo sé que a Ud. lo persiguen, aunque lo niegue. Es mi profesión descubrir estas cosas. Lo sé desde ayer, cuando recibí en el Departamento de Investigaciones el informe sobre lo sucedido en Cerrillos. Entonces lo recordé a Ud. y al caso de la enferma Belicena Villca. Haciendo un paréntesis, le confesaré ahora que Ud. tenía razón en cuanto afirmaba que en ese crimen había un punto oscuro: ese punto nunca se aclaró; pero también es cierto que a nadie interesaba aclararlo, y que la Policía tiene urgencias más importantes que atender con el dinero de los contribuyentes. ¡Lo sé!: a Ud. eso no le importa; Ud. quiere ver triunfar a la Justicia; le interesa mucho Belicena Villca porque el caso le tocó de cerca. Pero nosotros tenemos que atender cientos de casos y ése era sólo uno más, uno que, le repito, no interesaba a nadie. Le cuento esto porque le doy en cierto modo la razón a Ud. Dr. ¡Tómelo de ese modo! En verdad Yo quería enterrar ese caso porque carecía de importancia. ¡Más ahora sé que no es así! – ¿Qué quiere decir? –pregunté a mi pesar. –Pues, cerrando el paréntesis que abrí para disculparme con Ud., ocurre que esta mañana intenté localizarlo en el Hospital Neuropsiquiátrico donde trabajaba y allí me informaron que renunció hace dos meses, durante sus vacaciones. Llamé entonces a la Universidad y me enteré que solicitó su baja en las materias que cursaba y abandonó la residencia médica. Todos actos muy extraños para proceder de alguien tan... ¿normal?... como Ud. Fue entonces, a la media mañana, que decidí tomarme el día libre y dedicarme a realizar una pequeña investigación por mi cuenta. Averigüé así, que vendió su departamento del Cerro San Bernardo sin comunicar a nadie su nuevo domicilio; y que sus amigos obtuvieron de sus padres la noticia de que Ud. “investigaba por su cuenta un yacimiento arqueológico en 556