Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 538
¨El Misterio de Belicena Villca¨
puede proceder la superioridad de una Estrategia sino del Espíritu, de una Inteligencia lúcida y
un Valor sin límites? Si los mongoles fuesen los bárbaros que se pretende jamás habrían
pasado de los Urales. Pero de nosotros también dirán que fuimos bárbaros y que comíamos
carne humana; o quien sabe que barbaridades más. No olvide que hemos actuado de manera
semejante a los mongoles de Gengis Khan, y contra el mismo Enemigo, y luciendo el mismo
estandarte: si hasta nuestra mejor táctica, la blitzkrieg, está inspirada en el movimiento veloz
y certero de la horda mongólica.
Aguarde un momento, Lupus, que iré a buscar algo que tenía preparado para Ud.
La clase magistral que acababa de dictar Tarstein me había hecho olvidar la guerra, la
inminente derrota militar del Tercer Reich, y hasta la negra realidad de que no sabía qué iba a
hacer de allí en adelante, si debía ir a morir al bunker, como decidió heroicamente la Legión
Tibetana, o si habría de huir hacia un incierto destino en un Mundo sin el Tercer Reich, es
decir, en un Mundo sinárquico. No quería ni considerar esta última posibilidad. En cambio
abrigaba la secreta esperanza de que los Iniciados de la Orden Negra hubiesen decidido
llevarme con ellos al Refugio Antártico del Führer: ¿no hice méritos suficientes para merecer
tal distinción? Además allí estaba también Rudolph Hess, mi protector ¿acaso él desaprobaría
mi presencia? Yo no comprendía completamente el misterioso asunto de los Tulkus y su
facultad de poseer varios cuerpos. Ya te dije, Neffe, que Yo me sentía único individuo,
percepción que no varió hasta hoy, y entonces no veía qué problema pudiese haber en que
otro Tulku se sumase a los Tulkus que se preparaban para la Batalla Final.
Antes de continuar con el relato de lo acontecido aquel día, el último que estuve allí, en la
Gregorstrasse 239, quiero que repares en que la información aportada por Tarstein sobre
Federico II aclara bastante las palabras de Belicena Villca escritas en el Día Decimonoveno de
su Carta: allí decía “las causas (de la hostilidad de Federico II hacia la Iglesia Golen) fueron
dos: la reacción positiva de la Herencia de su Sangre Pura gracias a la proximidad histórica
del Gral, concepto que ya explicaré; y la influencia de ciertos Iniciados Hiperbóreos que el
mismo Federico II hizo venir hasta su corte de Palermo desde lejanos países del Asia y
cuya historia no me podré detener a relatar en esta carta”.
–Ud. ha traído hoy algo muy valioso para el Führer y la
–comenzó diciendo Tarstein al
regresar, mientras me alargaba un estuche de cuero con herrajes de plata y cerradura con
llave– y Yo lo recompensaré con algo incomparablemente menor, pero no menos valioso para
mí. Tome, Lupus, Kurt, mi libro inédito “Historia Secreta de la Thulegesellschaft”: en él está
narrada la historia de los últimos 630 años de la rama alemana de la Casa de Tharsis, y
contiene las pruebas de su destacada intervención en la fundación de la Orden medieval
Einherjar, que duraría varios siglos y daría lugar en el siglo XX a la Thulegesellschaft, y luego a
la Orden Negra . Se la entrego a Ud. porque he consultado con los Siddhas y ellos me han
dicho que está predestinado a conocer todos los secretos de mi Estirpe: quizás a Ud. le sea
dado saber lo que ni Yo he conseguido, esto es, seguir la historia milenaria de la Casa de
Tharsis y descubrir la misión que le confiaron sus Grandes Antepasados.
Apreciaba que para Tarstein aquel desprendimiento era muy importante, pero entendía
también que sutilmente me estaba despidiendo, y eso era lo que temía. Lo sentía por la
sensibilidad de Tarstein pero Yo tenía que aclarar las cosas. Tomé el libro e ignoré su
discurso.
–Habla Ud. como si no fuésemos a vernos jamás, pero a la vez como si Yo fuese a
sobrevivir lo suficiente para leer este libro –dije con dureza.
Tarstein no se amilanó y decidió responder con ironía a mis desplantes, pero con similar
dureza.
– ¡Muy sagaz, Lupus! Pero es que efectivamente no volveremos a vernos en esta vida, a
pesar que muy pronto nos reuniremos en la Batalla Final: ¡así de ambiguo es el Destino de los
Tulkus! Me resultaba muy difícil comunicarle esto, créame, pero me alegra que Ud. haya ido al
grano. Ahora le diré francamente cual es la situación: Ud. aún es un oficial d y debe cumplir
las órdenes como todos. Y sus órdenes son: huir de Alemania de inmediato y ocultarse
en la República Argentina, donde vive su Hermana.
– ¡No! –Grité, interrumpiendo las directivas–.
Ustedes no pueden hacerme esto. Yo he cumplido con todo cuanto se me ha ordenado
hasta ahora, con toda la lealtad y el valor que he podido, pero estas órdenes son excesivas.
538