Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 521

¨El Misterio de Belicena Villca¨ 64 nombre Martha Mayer-Doss. Y que la Sociedad Secreta Golden Dawn , que en algún momento a principios de siglo estuvo relacionada con la Einherjar y la Thulegesellschaft, cayera en poder de los Druidas luego del copamiento efectuado por el Sacerdote Aleister Crowley, también lo sabíamos. Así que mal podría tomarlo desprevenido a Rudolph el resultado de su misión sino que debía existir una razón más profunda y secreta que justificase su sacrificio. Se lo pregunté directamente a Tarstein, pero esa vez evitó la aclaración directa y volvió a hablarme en lenguaje simbólico, sin dudas para no afectar al Mito, para que el Mito continuase actuando. –Vea Kurt: –señaló– el Rey Arturo, el Führer, puede ser traicionado por Ginebra-Alemania y tal deshonra dejar débil al Reino frente al ataque de los seres elementales, las hordas de Elementalwesen procedentes del Este. Para evitar que el Reino sea destruido, el Rey Arturo necesita contar con la fuerza del Gral. Pero el Gral no está presente en el Mundo de los hombres dormidos desde hace 700 años. ¿Qué hacer? Como en Wólfram Von Eschenbach, el Führer dice: “Man mac mich dá in strîte sehen: 65 der muoz mînhalp von iu geschehen” Y Parsifal parte al Castillo de Sigune, de donde surgen las fuerzas que animan a los seres infrahumanos que amenazan al Reino. Y allí, como José de Arimatea, el Rey Crudel captura y condena a 48 años de prisión, tanto a él como a sus Caballeros. Pero entonces, en la prisión, José de Arimatea entra en contacto con el Gral y éste lo nutre espiritualmente el tiempo que dura su confinamiento: y las fuerzas elementales se ven, así, hasta cierto punto frenadas, porque el Caballero del Gral, aún encerrado, posee fuerzas espirituales suficientes para transmitírselas al Rey Arturo y sostenerlo en su Función Regia. Algún día el Caballero José de Arimatea conseguirá salir de su injusto confinamiento y será libre con la Piedra del Gral, leyendo en ella el Nombre del Führer y restaurando su soberanía en el Reino. Será en ese momento cuando Federico II, portador de la Piedra de Gengis Khan, se encuentre con el Señor del Perro, el Preste Juan, el Señor de Catay o K'Taagar, es decir, el Señor de Agartha. Entonces las fuerzas elementales serán definitivamente derrotadas en la Tierra. Nada más que afirmaciones simbólicas de este tipo logré arrancarle a Tarstein, que no me ayudaron demasiado a comprender el significado oculto de su misión, aunque lo intuía bastante. Pero a mi taufpate no volví a verlo desde 1940. Naturalmente, durante el Juicio de Núremberg de 1945/46, Rudolph fue interrogado por los hipócritas jueces aliados y, desde luego, no dijo una palabra sobre el Gral o el Rey Arturo. En cambio habló bastante sobre el lavado de cerebro y los tratamientos con drogas a que lo sometieron los ingleses: “... Como es lógico, Yo pensaba continuamente en qué explicación podría tener el monstruoso comportamiento de la gente que me rodeaba. Excluí la posibilidad de que fuesen criminales, ya que, socialmente, causaban muy buena impresión. Y, por otra parte, también su pasado contradecía esa imposición”. “Se me ocurrió luego la idea de que aquellas personas habían sido hipnotizadas, aunque Yo ignoraba entonces que existiese la posibilidad de producir un estado de hipnotismo tan intenso y duradero. Manifesté con franqueza esta sospecha al comandante F., que, evidente- mente se la tomó como una broma divertida. Dijo que él y todos los demás que estaban a mi alrededor eran absolutamente normales y que, por desgracia, Yo era víctima de autosugestión”. “Mi jaqueca continuaba sin cesar. Yo insistía en fingir que había perdido la memoria. Aprendía de mis errores. Suponía que no debía reconocer a las personas que hubiera visto hacía más de catorce días, aunque se tratara de los médicos que llevaban varios años conmigo. Puede deducirse de ello qué veneno tan terrible me daban, un veneno para el que no existía antídoto, ...” 64 Alba Dorada. 65 Parecerá que Soy Yo quién combate, pero en verdad seréis Vos quien lo haga en mí. 521