Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 480
¨El Misterio de Belicena Villca¨
temblando de resolución heroica. ¿El ideal? Como diría Baldur Von Schirach, el ideal consistía
en “nuestros Estandartes”.
Capítulo XXXI
A partir de allí todo sucedió muy rápido, y del mismo modo te lo narraré, Neffe Arturo.
A la mañana temprano estábamos preparados para reiniciar la persecución. La totalidad de los
guerreros aprontó las armas, como si fuésemos, en cualquier momento, a librar una batalla:
los tibetanos revisaron las flechas y el filo de sus cuchillos, y aguardaban la voz de marchar
con una mano apoyada en el pomo de las cimitarras; los alemanes se proveyeron de
cargadores y granadas de palo, y reemplazaron los fusiles Máuser por las metralletas
Schmeisser. Aunque las órdenes de Konrad Tarstein, idénticas a las que recibiera Von
Grossen del S.D., me exigían sumarme pacíficamente a la expedición de Ernst Schaeffer, Yo
dudaba que ello fuese posible ahora. Y tampoco lo consideraba posible Von Grossen y los
otros oficiales . No después de haber entrado en aquel Valle de los Inmortales, después de
haber visto esa región paradisíaca en medio de las nieves eternas, ese oasis en las alturas de
Kuen Lun. Tal sitio no podía existir sin vigilancia. Y los guardianes no estarían dispuestos a
dejarnos avanzar ni retroceder. Guardianes que, presentíamos, serían terriblemente más
peligrosos que los duskhas.
Apenas habíamos ingresado en el Umbral del Valle cuando nos detuvimos y acampamos.
Si éramos vigilados, los guardianes del Umbral no tardarían en actuar; de allí nuestros
aprontes, la certeza de que algo nos amenazaba y habría que enfrentarlo. Buscábamos a
Schaeffer, ése era el objetivo principal, pero entonces la realidad era que nos hallábamos en
un Valle del Infierno.
–Nada nos indica que Schaeffer haya tomado este rumbo, y mucho menos que haya
pasado por aquí, pero creo que ahora da lo mismo avanzar o retroceder –concedió Von
Grossen–. La verdad es que este Valle no existe en nuestro Mundo: ¡de todos modos, da lo
mismo ir hacia una dirección que otra!
Los porteadores holitas se negaban a continuar. Más tampoco sabían cómo volver, por lo
que fue menester separarnos nuevamente. Se quedaron con ellos los mismos dos lopas,
monjes de edad avanzada pero igualmente peligrosos, los yaks, zhos, y la totalidad de los
caballos. Pese a que no había nieve por ningún lado, y el clima era primaveral, las cimas de
los montes Kuen Lun se veían demasiado cerca para suponer que los caballos nos fuesen
útiles por mucho tiempo.
De esa manera, partimos los cinco alemanes, los siete lopas, y el gurka, Camaradas del
Espíritu Eterno, trece héroes en su instancia absoluta. Dí la orden mental a los perros daivas y
éstos salieron en la misma dirección que seguían el día anterior.
–No se puede negar que es Ud. persistente –gruñó Von Grossen al comprobar el rumbo
tomado.
Pero Yo no disponía de tiempo para atenderlo a él ni a nadie más. Kâla, el Tiempo
Devorador, era ahora la Muerte Mrtyu frente a nosotros, un instante definitivo en el que
moriríamos o triunfaríamos, sin términos medios. Y en ese instante de héroes, se requería de
un Héroe entre los héroes, un líder que transmitiese la orden carismática de luchar por el ideal,
“por nuestros Estandartes”, “aunque nosotros tengamos que morir”. Si el ideal se realizaba
finalmente, morir o vivir significaban un honor o un triunfo, cualquiera fuese el caso. A ninguno
debía preocupar morir o vivir sino la realización del ideal, la imposición universal de nuestros
Estandartes, la victoria de la Estrategia propia. Esa era la orden carismática a mis Camaradas.
A los perros daivas les mandaba “sigan a Ernst Schaeffer” en el lenguaje del Yantra svadi. Y
los perros Kula y Akula seguían el rastro del traidor en una región que no estaba ni en la Tierra
ni en el Cielo. Y Yo seguía a los perros daivas, más allá de Kula y Akula. Y mis doce
Camaradas iban detrás de mí, sin importarles ya nada de lo que les rodeaba, sin contemplar la
posibilidad de morir o vivir, sólo pensando en el ideal, en la realización del ideal, en la Victoria
Final de nuestros Estandartes.
Desde que dejamos el vivaque, la excitación de los dogos fue en aumento, como si su
presa se encontrase cada vez más cerca. Con mucha seguridad nos guiaron por varias
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