Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 481
¨El Misterio de Belicena Villca¨
sendas descendentes, hasta dar con el cauce de un torrentoso arroyo cuya corriente provenía
de los montes Kuen Lun. Durante una hora, más o menos, marchamos paralelamente a su
orilla derecha, debiendo los monjes kâulikas, en varias ocasiones, picar con las cimitarras para
abrirse paso entre el tupido espinillo.
Al cabo, llegamos a una magnífica cascada de 50 Mts. de caída, y allí obtuvimos la primer
prueba de que no íbamos desencaminados. Frente a nosotros se erigía la pared de un
barranco de piedra de 50 a 60 Mts. de altura, por donde se derramaba el agua del arroyo, y en
cuya base existían inequívocas señales de la presencia del hombre. En un pequeño claro
había un minas, uno de esos túmulos de piedra semejantes a las apachetas sudamericanas,
que se van formando en los “lugares sagrados” del Tíbet por la adición que todos los lamas
peregrinos hacen de una piedra pintada con signos correspondientes a bijas de la Kâlachakra.
En un nicho excavado en la pared de piedra, estaba el motivo del minas: la escultura del Buda
Viviente Maggogpa, el Maestro Rey de Shambalá, Rigden Jyepo. Lo habían representado
sentado en la posición del loto, meditando, y en sus manos, una diminuta estatuilla de la
Shakty Kâkinî sostenía un Corazón sangrante, en cuyo centro estaba el signo de la Estrella de
David, indicador del Anâhata chakra. El conjunto correspondía al Símbolo de la Doctrina del
Corazón, el Yoga del Amor que deben practicar todos los adeptos que aspiran a conocer la
Kâlachakra. Su presencia allí era francamente amenazadora e intimidatoria: sólo quienes
fuesen adeptos Iniciados en la Doctrina del Corazón podrían seguir viaje hacia la Puerta de
Shambalá. La aceptación de tal condición se demostraba agregando una piedra con el nombre
escrito con sangre, al túmulo del minas.
Nos detuvimos solamente quince minutos en aquel lugar, ya que los dogos insistían
briosamente en continuar la búsqueda y exigían un esfuerzo sobrehumano para contenerlos.
Durante ese tiempo, mis Camaradas exploraron el sitio y descubrieron que varias sendas
llegaban y partían: los perros daivas, tal vez para acortar camino, nos condujeron por zonas
del todo intransitadas. Pero se veía que aquella “Puerta de Shambalá” había sido visitada con
frecuencia dado el volumen del minas, o al menos desde hacía bastantes años.
– ¡Von Grossen, Von Sübermann, miren esto! –gritó Heinz Schmidt, que estaba
entretenido examinando las piedras del minas.
Tenía una piedra en la mano y me la alcanzó. Observé que aparecía escrita con sangre en
dos de sus caras: una resultaba ilegible, pues sus signos eran desconocidos para mí, pero la
segunda inscripción me estremeció el corazón: decía, en correcto alemán: Ernst Schaeffer.
Sin decir palabra se la pasé a Von Grossen y llamé a Srivirya y a Bangi. – ¿Podéis
decirme que lengua es ésta? –indagué.
–Es Zenzar, el idioma sagrado de los Bodhisattvas de Chang Shambalá. El Arhat Djual
Khul, que guía a los alemanes, les ha de haber revelado ciertas fórmulas de la Kâla-chakra
para escribir en las piedras –explicó Srivirya.
Y eso fue todo cuanto ocurrió allí. Momentos después los perros daivas subían de dos en
dos los peldaños de una escalera tallada en la piedra, que llevaba a lo alto del barranco.
Finalizado el ascenso, se accedía a una amplia terraza, en cuyos límites comenzaba la
ladera de un monte perteneciente al extremo oriental del sistema Altyn Tagh. El lugar se
presentaba igualmente desolado, pero con evidentes señales de la actividad humana. Nos
sorprendió a todos, en efecto, la presencia de un imponente Chortens, monumento sagrado
tibetano de base cuadrada y cuerpo estrangulado en forma de campana, habitualmente
rematado con un cono truncado, en cuya cima se asienta la imagen de una Deidad. Colocada
sobre el cono superior del Chortens, se destacaba la horrible estatua de una Diosa
incontablemente multiplicada en sí misma y desdoblada en cientos de perfiles semejantes:
innumerables rostros, piernas y brazos, la convertían en un torbellino de Presencias, es decir,
significaban indudablemente Su Omnipresencia. La Diosa expresaba un sólo Aspecto repetido
incansablemente: tal aspecto, aislado, la mostraba sonriéndonos compasivamente mientras
danzaba sobre un Corazón sangrante; lucía el cabello suelto y tocado con corona de Reina, un
ojo en medio de la frente, y ojos en las palmas de las manos y en las plantas de los pies. La
habían pintado delicadamente, y los colores predominantes eran el blanco y el azul: cuerpo
blanco, prendas azules.
El Chortens medía por lo menos 15 Mts. de altura, y la estatua de la Diosa tenía el
suficiente tamaño para permitirnos apreciar todos sus detalles. Los alemanes la
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