Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 472
¨El Misterio de Belicena Villca¨
fallaban en ese objetivo ni soñar con regresar a Alemania!) Aquella operación, Himmler y
Heydrich se lo habían dicho bien claro, podía constituir un viaje sin retorno. El fracaso no
estaba permitido. Si fracasaba, debía protagonizar una suerte de harakiri o seppuku, el
honorable suicidio ritual de los samuráis japoneses.
Pero Von Grossen, además de duro, era un hombre de proverbial sangre fría. No obstante
su aprensión, dijo:
–Buena idea, Von Sübermann, trataremos de llevarla de inmediato a la práctica.
Sin esperar respuesta, desenganchó las telas de la tienda y se precipitó al exterior,
efectuando vigorosos saltos de rana. Afuera la ventisca arreciaba. Lo seguí perplejo y penetré
con él en una de las vecinas carpas de los lopas. Contrariamente a nosotros, que nos
manteníamos abrigados introducidos en las bolsas de dormir, los cinco tibetanos que teníamos
adelante sólo vestían el uniforme de porteador inglés de alta montaña: saco y pantalones
verdes y borceguíes.
Contemplé con la mirada perdida como la nieve de sus ropas se derretía y el agua
chorreaba y corría por la lona del piso hacia la abertura de eliminar desperdicios, mientras Von
Grossen interrogaba a los tibetanos en bodskad de Jam. Naturalmente, por dentro estaba
invocando a los Dioses, rezando una plegaria para que se cumpliese el milagro y los kâulikas
conociesen las respuestas que obsesionaban al Standartenführer.
De pronto, y puedo asegurar que por primera vez en las semanas que llevábamos juntos,
vi a todos los lopas sonreír al unísono. ¡Sí, no cabían dudas: nos miraban y sonreían! Y luego
de intercambiar entre ellos sugestivos gestos de complicidad, volvían a observarnos y reían
más fuerte aún. Finalmente llenaron la tienda con un coro de carcajadas incontenibles.
El severo rostro del jefe
demostraba estupefacción y el mío debía manifestar algo
parecido. Sin embargo, ambos aguardamos con paciencia que los lopas dominasen la gracia
que les causara la pregunta de Von Grossen, tratando con esperanza de vislumbrar una
respuesta positiva en la asombrosa reacción.
– ¿Qué piensa de esto? –dije en alemán.
–Intuyo que se trata de Ud. –contestó enigmáticamente–. Supongo que ellos creen que
Ud. conoce la forma de seguir a Schaeffer.
Así era. Al concluir la hilaridad general, Von Grossen repitió la pregunta: ¿existía algún
modo de encontrar la expedición occidental, ahora que ya habían cruzado el Cancel de
Shambalá? Volvieron a mirarse entre ellos, tentados de reír, pero al fin uno de los monjes
kâulikas tomó la palabra:
–No os burlamos de vosotros, aunque vuestra pregunta bien parece lo que acostumbráis
llamar broma. Pues no otra cosa que una broma nos parece el averiguar cómo se puede
seguir a algo o a alguien en el Universo, cuando quien lo pregunta va acompañado por el amo
de los perros daivas. Contestad vos, en serio ¿quién podría ocultarse, y dónde habría un
escondite tal, una vez que los perros daivas obedezcan la orden del Hijo de Shiva y corran tras
sus pasos?
Von Grossen no supo qué responder y me miró a los ojos con expresión hostil.
– ¡Le juro que no lo sabía! –me disculpé, escandalizado frente a la posibilidad de que
sospechase que Yo no quería seguir a Ernst Schaeffer.
– ¡Decidme qué debo hacer y cumpliré! –Grité indignado a los monjes–. Vuestro Gurú no
me ha dado más información que un Yantra incomprensible y sólo 60 días atrás no tenía ni la
más remota idea de que existían los perros daivas. Explicadme vosotros cómo debo proceder
para conseguir que esas bestias localicen la expedición alemana.
Nuevamente se miraron entre sí los lopas, pero sus rostros mostraban ahora la habitual
indiferencia. El que había hablado, y al que llamaban Srivirya, tomó la palabra:
–Sin duda vos también bromeáis, Oh Svami. Pues debéis saber mejor que nadie, vos que
os halláis más allá de Kula y Akula, cómo dirigir a los perros daivas. Y si no lo sabéis, o lo
habéis olvidado, no os costará mucho saberlo o recordarlo empleando el Scrotra Krâm, el
Oído trascendente de los Tulkus, del cual estáis dotado. Nuestro Gurú os ha revelado el Kilkor
svadi, mediante el cual es posible formar cualquier palabra o nombre de cosas Creadas; y
vos conocéis el nombre de vuestro enemigo. Oh Sahakaladai, Magia es Poder: y las palabras
y nombres son los utensilios de la Magia. Reproducid el nombre hacia el que queréis dirigir a
los perros daivas con el lenguaje mágico del Kilkor svadi y ellos os obedecerán.
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