Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 471
¨El Misterio de Belicena Villca¨
Sanas de Alemania”, quienes planearon aquella expedición y negociaron con la Fraternidad
Blanca el precio de su apoyo. Y tal precio sería sin dudas muy alto: sólo para atravesar el
Cancel se requería un sacrificio, la ejecución de un símbolo de la Nueva Alemania, la muerte
de un , el holocausto de un exponente de la Aristocracia de Sangre del Tercer Reich. Luego,
en Shambalá, Schaeffer conocería el resto de las condiciones: la Jerarquía Oculta apoyaría a
los conspiradores con sus poderes mágicos y con sus, más efectivas, organizaciones
sinárquicas, a cambio de destruir los cimientos espirituales del Tercer Reich. No sólo el Führer
y su plana mayor tendrían que morir, y el partido Nacionalsocialista ser disuelto, sino que se
debería extirpar el núcleo del tumor; esto es, habría que desintegrar a la
y demoler a la
Orden Negra , exterminando sin misericordia a sus Iniciados. Sí, el bisturí de la Fraternidad
interesaría esta vez el fondo de la herida, raspando si fuese necesario el hueso de la
estructura social alemana: sólo así, a posteriori de la cirugía mayor, podría edificarse la
Civilización del Amor sobre las cenizas de la Civilización del Odio Nazi.
–Más, hasta aquí, se trataría solamente de una parte del precio: con el cumplimiento de
estas pautas, los traidores no lograrían más que demostrar su buena voluntad para colaborar
con el Plan de la Fraternidad Blanca –aclaré a Oskar–. El apoyo completo vendría más tarde,
si los conspiradores triunfantes demostraban estar dispuestos a llegar hasta el final y
encaraban una transformación profunda de la sociedad alemana que borrase todas las huellas
de la Cultura Nazi y la Sabiduría Hiperbórea: una sociedad alemana que se integrase
pacíficamente en la Sinarquía Universal de la segunda mitad de Siglo XX exigiría, para que
fuese abierta y confiable a la Fraternidad Blanca, una forma de gobierno democrática y liberal,
y una Cultura Oficial en la que tuviesen libre expresión el sionismo, la judeomasonería y el
judeomarxismo, o las ideologías nacidas de esos troncos sinárquicos. Entonces sí, si los
traidores reinantes realizaban estas condiciones del pacto, Alemania se situaría en el bando
de Dios, del Bien, del Amor, y de la Justicia; y los alemanes se verían apartados para siempre
de sus malignas Deidades ancestrales.
Así es, Oskar –concluí–. Ernst Schaeffer es uno más de un conjunto numeroso de
traidores. Su función en la conspiración es firmar, en nombre de las “Fuerzas Sanas de
Alemania”, un Pacto Cultural sinárquico con los representantes de la Fraternidad Blanca. No
puedo revelarte en qué consiste nuestra misión, cómo vamos a frustrar sus planes, pero te
aseguro que ya en Alemania tu suerte estaba decidida. ¡Jamás pasarías por el Cancel de
Shambalá!
Oskar se sintió ridículo cuando supo que Ernst Schaeffer lo había condenado desde el
principio a morir en el Tíbet, que quizás sólo con ese fin le permitió participar de la Operación
Altwesten, y que el espionaje que realizara para mí había sido a su vez supervisado por dos
espías profesionales del S.D., participantes también de la expedición. Y para colmo de males
hubo de enterarse de que involuntariamente había causado la muerte de Gangi.
–He sido un tonto –afirmó avergonzado–. Y pensar que Yo me atreví a aconsejarte a ti
sobre la forma en que debías actuar y te sugerí consultar a Rudolph Hess. ¡Todos se han
burlado de mí!
–No te tortures, Oskar, que en ese entonces Yo ignoraba estos hechos. Y hasta último
momento Yo desconocía la existencia de otros espías entre ustedes. Ahora sólo debemos
pensar en impedir que el infame traidor de Schaeffer lleve a cabo su infernal cometido. Sus
planes ya están fallando: tú estás vivo y eso es lo que cuenta. Vendrás con nosotros y
conocerás el final de la historia, comprobarás el fracaso de sus vanos esfuerzos por destruir el
Nuevo Orden –aseguré con convicción.
–Muy claros conceptos y muy admirable su fe, Von Sübermann –intervino Von Grossen
volviendo a la carga–. Pero no me ha dicho aún cómo vamos a encontrar a Schaeffer en este
laberinto de montañas, y con el Invierno casi encima. ¿Cómo lo buscaremos? ¿Cree acaso
que es posible rastrillar al azar semejante región?
Realmente, Yo no tenía ni la menor idea que respondiese a esas preguntas. Ante la
presión del Standartenführer, sólo atiné a proponer:
–Debemos inquirir a los kâulikas. Posiblemente ellos sepan el modo de localizar a quienes
se desplazan por territorios que les resultan sobradamente conocidos.
Karl Von Grossen se tomó la cabeza entre las manos, al comprender que sus sospechas
eran fundadas: Yo no poseía la solución al problema de hallar a Schaeffer. (¡Mein Gott: si
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