Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 469
¨El Misterio de Belicena Villca¨
con estrépito pavoroso
se derrumban las Murallas.
Golpe tras golpe ¡también a los Sagrados Altares!
Los reduce a escombros el Dragón.
¡Tocad a Rebato ahora o nunca!
¡Alemania despierta!
¡Convocación, Llamamiento, Alarma, Rebato!
¡Sonad las campanas en todas las torres!
Tocad para que los jóvenes,
los hombres, los ancianos,
los que duermen, abandonen sus cuartos.
Tocad para que las madres dejen las cunas,
para que las niñas bajen las escaleras.
Que el aire retumbe y resuene estridente,
¡Que brame! ¡Que brame en el Trueno de la Venganza!
Tocad para que los muertos
salgan de sus fosas.
¡Alemania despierta!
¡Convocación, Llamamiento, Alarma, Rebato!
¡Sonad las campanas en todas las torres!
Tocad hasta que las chispas broten.
Judas viene para conquistar el Reich.
Tocad hasta que las sogas se tiñan de rojo.
Todo en torno es Fuego ardiente
y Dolor y Muerte.
Que la tierra se levante
bajo el Trueno de la Venganza Salvadora.
¡Ay del pueblo que todavía duerme!
¡Alemania despierta!
La Historia convocaba a los más aptos a luchar contra el Mal. ¡Y los más aptos éramos
nosotros! En un momento único de la Historia habíamos alzado los Estandartes Eternos, como
pedía Baldur Von Schirach. Y por eso el Führer tocaba a Rebato, como solicitara Dietrich
Eckart. ¡Ay de los pueblos dormidos, o entregados al Mal al igual que los duskhas! ¡Ay de los
que desoyesen el Toque del Espíritu Eterno! ¡Sufrirían la ira de los Hijos Despiertos de
Alemania!
Lo ocurrido en el Tíbet constituía un ejemplo: cinco oficiales
y ocho Iniciados kâulikas,
lamentando una sola baja, exterminaron a más de un millar de feroces enemigos. ¡Uno por
mil!: justa proporción por la vida del Iniciado caído y la de Oskar Feil, que se proponían tomar.
¡Nuestros enemigos, mejor dicho, el Enemigo de nuestros Estandartes, debería
comprender definitivamente que Nosotros no amenazábamos en vano!
Capítulo XXVIII
Quiero advertir al lector que Yo no dispuse de suerte parecida a la suya, pues la narración de
tío Kurt, refiriendo la operación de rescate de su Camarada Oskar Feil, demandó varios días.
Sin hacer mención a esas interrupciones, he trascripto las partes principales en forma
correlativa para no causar impaciencia, una impaciencia parecida a la que, como es de
suponer, me aconteció a mí en esos días.
Sólo agregaré que, como seguramente le ocurrirá al lector, aquella hazaña en la que
participó tío Kurt, me trajo de inmediato a la memoria la “Hazaña de Nimrod”, relatada por
Belicena Villca. Indudablemente, la aventura del Tíbet tenía un sello de heroísmo mágico, un
estilo de “intrepidez sin límites”, que la asemejaba a la historia del Rey Kassita. Por lo demás,
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