Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 455

¨El Misterio de Belicena Villca¨ parentesco de su Instructor Konrad Tarstein con Belicena Villca, y el asunto de los dogos. Sí, todo se iba aclarando, pero al mismo tiempo crecía el Misterio de mi propia existencia. A cada instante se iban incorporando nuevos elementos al contexto de mi vida: parientes desconocidos, países remotos, Doctrinas ignotas, enemigos implacables. Pero ¿qué era Yo? De una cosa estaba ahora seguro: jamás había tenido la más mínima chance de escapar de la historia, jamás había sido libre de elegir mi Destino, jamás dispuse de una pizca de albedrío. Todo fue ilusión, toda una farsa. Me sentía jugado, como un trebejo de ajedrez, por seres inhumanos que evidentemente conocían las reglas del juego y la posición de las piezas: el tablero era el Misterio, que apenas vislumbraba, pero que no podría abarcar por estar inserto en él. Comprendía que tenía que sacarme esas ideas pesimistas del cerebro para no enloquecer. Y paradójicamente, cuando tío Kurt no me hacía partícipe de su narración, me entretenía observando a los perros daivas, a los que ya no temía: aguardaba, eso sí, que tío Kurt cumpliese su promesa de revelarme los bijas del Yantra. Según él, Yo también podría controlarlos con la mente. Capítulo XXIV A todo esto –prosiguió tío Kurt esa tarde– se habían pasado los tres días y un helado - amanecer nos vio salir del Monasterio rumbo al Tíbet. La caravana se componía ahora por los cinco oficiales , cinco de los porteadores holitas de Dacca, que aceptaron el porte hacia el Tíbet, y diez lopas kâulikas, expertos en Artes Marciales y Magia Tántrica. La travesía del Himalaya se hizo por un paso sólo conocido por los monjes, que evitaba toda población hasta bien entrado en el valle de Gangri pero que subía a más de 5.000 Mts. y pasaba junto a la ladera del Kula Gangri, majestuoso pico de 7.600 Mts. Ya en la meseta del Tíbet, el país de Pey-Yul, debíamos marchar en derechura hacia el Norte; el plan de Von Grossen parecía descabellado en principio, aunque bien mirado no lo era; y de hecho produjo los resultados esperados. Consistía en alcanzar las orillas del Brahmaputra, que en el valle de Gangri corre paralelo al Himalaya, de Oeste a Este, y embarcarnos en balsa para navegar en su furiosa corriente: el punto indicado para descender (si es que no naufragábamos antes) sería en los 30º de lat. N. y 95º de Long. E. donde el río “Hijo de Brahma” tuerce violentamente su curso rumbo al Sur y se dirige a los valles de Bengala. Con semejante procedimiento táctico recuperaríamos parte del tiempo que nos aventajaba la expedición de Ernst Schaeffer. Según la información que disponía Von Grossen, Schaeffer y sus hombres circulaban por el camino YungLam, el cual terminaba su recorrido de 2.000 km. en China y sólo se permitía su uso al correo o a los funcionarios oficiales del Tíbet; los comerciantes, en cambio, utilizaban el camino Chang-Lam. Pero la operación de Schaeffer, avalada por el Dalai Lama, era casi una misión oficial. Sin embargo, el tránsito por aquella senda no sería fácil pues, antes de llegar al lago Kyaring, asiento del Cancel de Shambalá, se debían salvar decenas de obstáculos; para que te formes una idea, Neffe Arturo, de lo accidentadas que eran aquellas vías de comunicación, te diré que en sólo 600 km. de su trayecto, desde Lhasa a Chamdo, el camino Chang-Lam franqueaba más de cuarenta cordilleras, por pasos que se elevaban entre 3.000 y 5.500 Mts.; y eso sin contar los innumerables torrentes y ríos, a menudo carentes de puente, que corrían briosamente por los valles intermedios. En Chamdo, la caravana de Schaeffer se apartaría del camino oficial y tomaría una senda de lamas peregrinos, abierta paralelamente a la orilla derecha del río Mekong, que transportaría a los viajeros directamente al lago Kyaring. Una vez allí se dirigirían hacia el Monasterio, o Gompa, de los lamas del Bonete Kurkuma, de la tribu duskha, Guardianes del Cancel de Shambalá. Ese Monasterio, conocido desde la Antigüedad como “Ashram Jafran” y que nosotros incendiamos, se hallaba tras la muralla de la ciudad de los duskhas, un pueblo de Raza tibetana famoso por la variedad de azafrán, o Kurkuma, que cultivaban, del cual extraían una droga narcótica de uso Ritual y una tintura con la que teñían los bonetes o tiaras de sus lamas. Si todo salía bien, vale decir, luego que éstos hubiesen aceptado la Víctima Necesaria y abierto el Cancel, la expedición proseguiría viaje hasta las inmediaciones del 455