Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 454
¨El Misterio de Belicena Villca¨
designios de los Dioses, un significado no querido por los Dioses, un significado que no
estaba en el destino, un significado que emerge por coincidencia acausal entre lo Superior
Desconocido y lo Inferior Conocido, un significado arrancado por la fuerza de los Hombres
Magos a los Dioses Traidores, del mismo modo la japa manasâ actúa por la sola
determinación de los Iniciados, de aquellos que están más allá de Kula y Akula.
Debéis saber, Oh Shivatulku, que sólo los grandes Iniciados son capaces de adquirir
maestría en la japa upâmshu, la de segundo nivel. Ellos son los que poseen el poder de tulpa,
o mudratulpa, la capacidad de conceder realidad a las ideas ordenadas y hacerlas surgir en el
Mundo: con el Kilkor adecuado y la correcta japa upâmshu, es posible hacer aparecer toda
clase de objetos materiales o de producir infinidad de fenómenos. Aquí mismo, estos perros
daivas que veis, son sólo tulpas creados por nosotros para demostrar vuestro poder de Tulku.
–En efecto, no os asombréis; hemos creado mentalmente los dogos para que vos pongáis
en práctica la japa superior, la japa manasâ, que es virtud particular sólo de los Siddhas o
viryas y que los Tulku poseen naturalmente. Los perros daivas producto del tulpamudra son
efectivamente reales, pero sólo vos, Oh Shivatulku, los podéis gobernar con las japas del
Kilkor svadi. Los kâulikas requieren una peligrosa dîkshâ y sólo alcanzan a expresar la japa
upâmshu, pero vos, que sois Virya, sólo necesitáis que os transmitamos el Poder
viryayojanâ que permite “dar vida” a las proyecciones mentales tulpa, el angkur de la
japa manasâ. Vos no sois un kâulika, pero sois un tântrika; y ya tenéis la potestad de la japa
manasâ.
A continuación, procedió a suministrarme la clave de los 49 bijas que iban en los
correspondientes sectores del Kilkor.
El procedimiento “mágico” de control era el siguiente: Yo debía imaginar la reja del Kilkor y
situar en cada cuadrado un bija o palabra de poder; y cada bija era una orden que los perros
obedecerían automáticamente: un bija significaba ¡silencio!, otro ¡avanzar!, otro ¡detenerse!,
otro ¡atacar!, etc., etc., hasta completar cuarenta y nueve.
Pese a mi escepticismo inicial, y para alegría de los monjes, pude comprobar que el
sistema era ciertamente infalible: una vez que hube memorizado el Yantra, los perros se
convirtieron en una extensión de mi propia mente y bastaba la más leve insinuación de los
bijas para que obedeciesen sin chistar, o, mejor dicho, sin ladrar.
Como aquel efecto era lógicamente sorprendente, no pude evitar interrogar al Gurú sobre
el modo en que el control mental se hacía efectivo.
–Para nosotros es muy simple –aclaró–. Hemos plasmado un Kilkor semejante a éste en
el cuerpo sutil de cada perro y hemos establecido una correspondencia analógica entre cada
bija y ciertas funciones vitales o motrices de ambos animales. Si esto se hiciese con un solo
animal, de cualquier especie, el Gurú o el Iniciado kâulika podría dominarlo sin obstáculos.
Pero, como os dije antes, la pareja de perros daivas es diferente: ellos participan de un único
Arquetipo perro y ambos están normalmente equilibrados; si la orden mental se emite “por
debajo” del Plano arquetípico, uno neutraliza al otro y carece de efecto; sólo quien es
capaz de pensar “por arriba” del Plano arquetípico, más allá del Arquetipo Creado por
los Dioses de la Materia, sobre la dualidad relativa de lo manifestado y la unidad
absoluta de lo inmanifestado, puede hacer prevalecer su voluntad en la acción de los
perros daivas. ¡No lo olvidéis nunca: ni un Maestro de la Jerarquía ni nadie cuyo pensamiento
se componga de principios opuestos, podrá detener a los perros daivas!
Kula y Akula, Neffe Arturo, eran los tatarabuelos de Ying y Yang, los dogos que te
atacaron cuando ingresaste de manera tan furtiva en la finca y Yo te tomé por enemigo. Igual
que sus antepasados, estos obedecen las órdenes mentales del Yantra y se mueven ambos
a la vez, perfectamente sincronizados.
Capítulo XXIII
Esa mañana el Dr. Palacios me quitó la escayola. El brazo estaba curado pero aún subsistía
una horrible sensación de debilidad que me recordó la terrible eficacia de los perros tibetanos.
Los últimos relatos de tío Kurt iban aclarando todo... al tiempo que me sumían en un Misterio
mayor. Su Iniciación, la misión en el Tíbet, el Poder del Signo del Origen, el increíble
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