Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 456
¨El Misterio de Belicena Villca¨
lago Kuku-Noor, donde existe uno de los extremos meridionales de la Gran Muralla China y
también, o justamente por eso, una de las Puertas de Chang Shambalá. Nuestra estrategia,
por supuesto, exigía que diésemos alcance a Ernst Schaeffer antes de su arribo al Ashram
Jafran pues, de lo contrario, habríamos perdido irremediablemente a Oskar Feil.
De todos modos, la operación que íbamos a realizar había sido estudiada minuciosamente
por Von Grossen y Schmidt, y, aunque la ansiedad por socorrer a Oskar me colmaba de
impaciencia, no tenía otra alternativa más que confiar en que ellos estuviesen en lo cierto. Así,
mientras la expedición de Schaeffer se encaminaba hacia las mesetas escalonadas del Este
del Tíbet, cruzadas por decenas de cordilleras que se extendían de Norte a Sur y otros tantos
valles eslabonados, nosotros avanzábamos a velocidad máxima por la llanura del valle de
Gangri rumbo al Norte, procurando llegar lo antes posible al río Yaru-Zang-Bo o Alto
Brahmaputra. Por ese río sólo navegaríamos cuatrocientos kilómetros pero, de acuerdo a la
apreciación de Von Grossen, en cuatro o cinco días recorreríamos una distancia que, por
tierra, por el camino Yung-Lam, exigía un tiempo cinco veces mayor.
En un punto prefijado de la costa nos aguardaban dos balsas de firme construcción, aptas
para transportar cada una a 10 personas y una tonelada de carga: más que suficiente para
cubrir nuestras necesidades. Los kâulikas se habían encargado de contratarlas y el precio fue
alto, pues hubo que pagarles el viaje hasta Sadiga y el costo de los remolcadores que las
traerían nuevamente hasta el Alto Brahmaputra.
Los diestros barqueros, estimulados por la promesa de una remuneración extra, o
atemorizados por la peligrosidad de los monjes kâulikas, conducían diestramente las balsas
por el centro del canal, aprovechando al máximo la velocidad del río. Y en tanto la caudalosa
corriente me acercaba aceleradamente al objetivo de la misión, Yo contemplaba admirado uno
de los paisajes más extraordinarios de la Tierra, sólo comparable, en una medida menor, a la
meseta de Tiahuanaco en América. Porque aquel río “Hijo de Brahma”, que surcaba
longitudinalmente un frío valle situado a 4.000 Mts. de altura, tenía sus orillas custodiadas por
dos cordilleras tan célebres por la elevación de sus montañas como por la de los conceptos
que merecía a las Religiones más antiguas de la Humanidad: a la derecha se extendía el
Himalaya, en cuyo sistema afirma la tradición asiática que se encuentra el Monte Meru, el
Olimpo de los indos; y a la izquierda se alzaban los montes Gangri, cordillera que culmina al
Oeste con el monte Kailas, la Morada de Shiva.
Una semana después nos encaminábamos hacia Yushu, en el N.O., tratando de acelerar
las jornadas mediante la adquisición de yaks, pues existía un itinerario de pasos y abras que
permitía avanzar con tales animales. Luego de recorrer una serie ininterrumpida de pequeños
valles, atravesar numerosas cadenas montañosas, cruzar el caudaloso río Saluén y muchos
otros torrentes menores, llegamos un día a las orillas del Mekong, a unos 80 km. de Chamdo.
A esa altura los kâulikas ya habían averiguado que la expedición de Schaeffer nos aventajaba
en sólo quince días: poco tiempo para aquellas latitudes donde la duración de los viajes se
medía en meses; mucho si se trataba de salvar la vida de Oskar Feil.
Felizmente el buen tiempo nos acompañó durante todo el trayecto y se mantendría así
hasta el final. Pasamos a la orilla derecha del Mekong y tomamos el Camino de los Lamas,
con la esperanza de acortar la distancia que nos separaba de Schaeffer marchando más
rápido que su columna y deteniéndonos lo indispensable para descansar. De todos modos, el
progreso fue lento hasta la exasperación, pues el famoso “Camino” consistía en una angosta y
elevada calzada que apenas dejaba pasar a los yaks, a los que a menudo teníamos que
descargar. En algún lugar de esa senda, a más de 4.000 Mts. de altura, cruzamos la frontera
china. Al fin llegamos a Yushu, comprobando que el otro grupo de occidentales había
abandonado la ciudad diez días antes. La noticia, en lugar de alegrarnos por el tiempo ganado,
nos desesperó, debido a que aquella ciudad era un punto incluido en el camino Chang-Lam,
por el cual se canalizaba la mayor parte del comercio del Tíbet con China y por el que se podía
transitar con bastante rapidez.
Desde el año anterior, Julio de 1937, China padecía la invasión de los japoneses, que ya
dominaban Corea y Formosa desde la guerra con Rusia de 1905. En esos días de fines de
1938, Japón había conquistado la Manchuria y toda la costa meridional, amenazando
extenderse hacia el interior: Cantón, Nanking, Shanghái, Pekín, etc., habían caído en su
poder; con un formidable movimiento de pinzas procuraban ahora ocupar la enorme franja
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