Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 436
¨El Misterio de Belicena Villca¨
los nombres del Sol, al cual llamaban también Ablis o Atheithin el caluroso, y Granius o
Grianu el luminoso. Teutates o Tuitheas era el dios del fuego, de la muerte y de la
destrucción.
Al tratar de las creencias religiosas de la Galia es preciso citar la opinión del
insigne escritor Thirrey. Según él, las creencias religiosas de los galos se referían a dos
cuerpos de símbolos y de supersticiones, a dos religiones completamente distintas: una
muy antigua, fundada sobre un politeísmo derivado de la adoración de los fenómenos
naturales, y la otra el druidismo, introducido últimamente por los inmigrantes de la raza
címrica, fundada sobre un panteísmo material metafísico y misterioso. Las principales
divinidades de los pueblos celtas eran las ya citadas y Ogmo Ognius, dios de la ciencia
de la elocuencia, representado bajo la figura de un viejo armado de maza y arco,
seguido de cautivos sujetos por las orejas con cadenas de oro y ámbar que salían de la
boca del dios. Además de las divinidades principales tenían los druidas otras
divinidades asimiladas ya a Marte, como Camul, Camulus, Segomon, Belaturcadus y
Catuix, ya a Apolo, como Mogounus y Granus, y también otras divinidades que eran la
deificación de los fenómenos naturales, como Tarann, Tarannis, el trueno; Kerk Circius,
viento impetuoso del Nordeste, o deificación de montañas, bosques, ciudades, como
Pennin, dios de los Alpes; Vosege, Vosegins, dios de los Vosgos, Ardaena, Arduinna,
asimiladas a Diana, diosa del bosque de los Ardennes; Nemansus, Vesontis, Luxovia,
Nennerius, Bornonia, Damona, divinidades locales de Nimes, de Besancón, de Luxeui,
de Neris, de Borbón, Lancy. Epona era la diosa protectora de los palafreneros y de los
domadores de caballos.
Los druidas eran muy venerados por el pueblo; llevaban una vida austera y
alejada del consorcio con los demás hombres; vestían de un modo singular; por lo
común usaban una túnica que les llegaba hasta más abajo de la rodilla. Dotados del
poder supremo imponían penas, declaraban la guerra y hacían la paz; podían deponer
a los magistrados y aún al rey, cuando sus acciones fueran contrarias a las leyes del
Estado; tenían el privilegio de nombrar a los magistrados que anualmente gobernaban
las ciudades, y no se elegía a los reyes sin su aprobación. César dice que únicamente
los nobles podían entrar en el orden druídico, mientras que Porfirio sostiene que
bastaba gozar del derecho de ciudadanía. Es, sin embargo, difícil creer que un cuerpo
tan poderoso como el druídico admitiera en su seno a individuos que no pertenecieran
a una casta determinada. Formaban los druidas el primer orden de la nación; eran los
jueces en la mayor parte de las cuestiones públicas y privadas; conocían de todos los
delitos, del asesinato, de las cuestiones hereditarias, de las cuestiones sobre la
propiedad, y sus sentenciados a esta pena estaban considerados como infames e
impíos; se veían abandonados de todos, hasta de sus parientes; todo el mundo huía de
ellos, a fin de no verse manchados con su contacto, y perdían todos sus derechos
civiles y la protección de las leyes y de los Tribunales. La veneración que se daba a los
druidas era tan grande, que si se presentaban entre dos ejércitos combatientes cesaba
el combate inmediatamente, y los combatientes se sometían a su arbitraje.
Como antes se dijo, según opinión de los escritores de la antigüedad, la doctrina
druídica no estaba escrita, se transmitía oralmente, y los novicios estaban obligados a
estudiar durante veinte años para poseer la ciencia. Parece, sin embargo, que este
aserto es erróneo, y que el error proviene del cuidado con que los druidas ocultaban su
ciencia a los profanos. Con la edad se debilita la memoria inevitablemente, y si nada
hubieran escrito tendría que resultar, forzosamente, que los jefes, es decir, los más
ancianos, se encontrarían inferiores a los más jóvenes en los detalles de su doctrina.
Los druidas tenían una escritura sagrada que, según la tradición, se llamó Ogham. Es,
pues, probable que tuvieran libros escritos con aquellos caracteres, que quizá fueran,
como se indicó más arriba, caracteres griegos, pero esto no quiere decir, como han
creído algunos, que escribieran en griego. Desgraciadamente no ha llegado hasta la
época presente ninguno de aquellos libros. Los que escaparon a los edictos de los
emperadores romanos en la Galia y Bretaña fueron destruidos por los primeros
propagandistas cristianos, por San Patricio en Irlanda y San Colombán en Escocia.
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