Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 437

¨El Misterio de Belicena Villca¨ El cuerpo de los druidas se dividía en varias clases: los druidas propiamente dichos, los adivinos, los saronidos, los semnoteos, los siloduros y los bardos. Respecto a estos últimos opinan algunos autores que no deben figurar entre los druidas, y otros afirman que los bardos fueron una corporación de ministros dedicados al culto religioso, que precedió al orden o corporación de los druidas. Los bardos, lo mismo que los escaldos de los germanos, no eran sino poetas agregados a los jefes, y que estaban encargados de cantar los grandes hechos de los héroes, de improvisar alabanzas y elogios, oraciones fúnebres y cantos de guerra. ¿Celebraron también los misterios de su religión como hicieron los escaldos? Pregunta es ésta a la que no es posible con- testar, porque entre los cantos de los bardos que se han conservado no hay ninguno que contenga nada relativo a los dogmas ni a las ceremonias de religión alguna. La adivinación era el atributo común de los druidas, todos eran adivinos, y no hay razón para dividirlos en clases, bajo este aspecto, a no ser por el ejercicio de las diferentes funciones que desempeñaban. Los semnoteos, palabra derivada de sainch (éxtasis) eran los extáticos o contempladores; los siloduros eran los instructores o institutores, y tomaban su nombre de la palabra realadh, que significa enseñanza, y por último los saronidos no debieron formar una clase especial, sino que debió llamarse así a los jefes, pues el nombre saronidos se deriva de sar-navidh o sar-nidh, que significa muy venerable; es, pues de creer que saronido fuera un título y no una clase nueva en el orden druídico. Hubo también druidesas, ora fuesen las mujeres o hijas de los druidas, ora simplemente agregadas a la corporación, pues no es posible admitir que los druidas permitiesen el ejercicio de la magia, adivinación y sacerdocio a mujeres que no pertenecieran al cuerpo druídico y estuviesen sometidas a su disciplina. Y es indudable que las hubo, pues la Historia habla de vestales galas de la Isla de Sen, adivinadoras y magas. Las que predijeron a Aurelio y a Diocleciano que serían emperadores, y a Alejandro Severo su funesto destino, eran druidesas. Una inscripción hallada en Metz da el nombre druidesa a la sacerdotisa Avete (Druis antistisa). Según opinión de Thierry el druidismo estaba ya en decadencia antes de la época de César. Desde hacía algún tiempo, los nobles por una parte y el pueblo por otra, celosos del gran poder de los druidas, consiguieron ir reduciendo paulatinamente su influencia política. Reynaud, uno de los escritores que mejor han ido estudiando el druidismo, sostiene que los antiguos druidas fueron los primeros que enseñaron con gran claridad la doctrina de la inmortalidad del alma, y que tenían una concepción tan perfecta de la verdadera naturaleza de Dios, como los mismos judíos. Si después transigieron con el culto a otras divinidades, fue con el objeto de conciliar el druidismo con las ideas profesadas por las clases ineducadas más dispuestas a creer en semidioses y divinidades que a concebir un solo Dios. Según el mismo Reynaud, declinó y desapareció al fin el druidismo, porque le faltaba un elemento de vida necesario en toda religión: el amor o la caridad. El cristianismo dio ese elemento y desapareció el druidismo; pero desapareció después de haber cumplido una misión importante: la conservación en una parte de Europa de la idea de la unidad de Dios. Si esta teoría, apoyada en datos muy incompletos, o en razonamientos más o menos acertados para probar entre los galos de ciertas ideas sobre la verdadera naturaleza de Dios y su relaciones con el hombre, que degeneraron después en grosera superstición, es o no cierta, cuestión es que no debe ser discutida aquí. Capítulo XVIII Como te imaginarás, Neffe Arturo, recién ahora, al leer la carta de Belicena Villca, he logrado comprender aquella referencia hecha por Konrad Tarstein a que su familia constituía la “rama germana” de la Casa de Tharsis. Evidentemente, él era uno de los descendientes de Vrunalda de Tharsis, y, según sus confidencias posteriores, que eran muy parcas con respecto a este tema, era también el último retoño de su Casa; mas no sabría decir si con ello quería decir “el 437