Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 430
¨El Misterio de Belicena Villca¨
especulación religiosa común”. Algo patente debían exhibir los Druidas, algo superior a una
mera especulación racional, algo que para los celtas era la Verdad.
“De la Teología del druidismo, César nos cuenta que los Galos, de acuerdo a la
enseñanza druídica, decían descender de un Dios que correspondía a Dis en el panteón
latino, y es posible que lo considerara como el Ser Supremo; también nos dice que ellos
adoraban a Mercurio, Apolo, Marte, Júpiter y Minerva, y que en cuanto a estas deidades
tenían las mismas creencias que el resto del mundo. En resumen, los comentarios de
César implican que aparte de la doctrina de la inmortalidad, no había nada en el credo
druídico que hiciese de su fe algo extraordinario, por lo tanto podemos deducir que el
druidismo profesaba todos los dogmas conocidos de la antigua religión Celta y que los
Dioses de los Druidas eran las deidades múltiples y conocidas del panteón Celta”.
Aquí el autor inglés del artículo se pasaba de la raya. En ninguna parte, antes de éste
último párrafo, había dicho o sugerido que los Druidas fuesen algo diferente de los celtas,
salvo “que formaban una Orden oficial de Sacerdotes”. Pero ahora, claramente, daba a
entender que en verdad ignoraba las creencias de los Druidas y suponía que eran las mismas
que sostenían los antiguos celtas. ¿Entonces quiénes eran los Druidas, si no eran celtas? ¿Y
por qué los celtas habrían cambiado su Religión tras la, ahora muy probable, llegada de los
Druidas? Preguntas sin respuesta. Preguntas para Konrad Tarstein.
“La Filosofía del druidismo no parece haber sobrevivido a la prueba de su contacto
cultural con las creencias romanas y era sin dudas una mezcla de Astrología y
Cosmogonía mítica. Cicerón (De Divin., i, xli, 90) dice que Divitiacus se jactaba de
poseer un gran conocimiento de physiología, pero Plinio decidió eventualmente (Natural
History, xxx, 13) que el saber de los Druidas no era más que un montón de
supersticiones. En cuanto a los Ritos religiosos, Plinio (N.H., xvi, 249) ha hecho un
impresionante relato de la ceremonia de recoger los muérdagos, y Diodorus Siculus
(Hist., v, 31, 2-5) describe sus adivinaciones por medio del sacrificio de una víctima
humana. César ya había mencionado que muchos hombres eran quemados vivos en
jaulas de mimbre. Es posible que estas víctimas hayan sido malhechores y también que
tales sacrificios fuesen expiaciones en masa ocasionales, más que la práctica común de
los Druidas”.
¿Me equivocaba, o la Enciclopedia trataba, con un argumento subjetivo, de dejar bien
parados a los asesinos Druidas? Porque una cosa es ser verdugo, tarea desagradable pero
socialmente necesaria, y otra muy distinta ser Sacerdote sacrificador de víctimas humanas: a
los verdugos los puede justificar el hombre, pues el ajusticiado es culpable de faltar a la ley;
matar al que falta a la ley común es comúnmente comprensible: simplemente se elimina a
aquél que es incapaz de convivir en comunidad; mas los Sacerdotes matan para aplacar a un
Dios del cual ellos son sus representantes, y propician un sacrificio humano que es
comúnmente incomprensible; sólo Ellos lo presentan como necesario y sólo El Dios los puede
justificar. Me daba cuenta, entonces, que se trataba de un gran favor el que le hacían los
ingleses al presentar los crímenes de tan siniestros Sacerdotes como naturales actos de
justicia.
“El advenimiento de los Romanos llevó rápidamente a la caída de la Orden druídica.
La rebelión de Vercingetorix debe haber terminado con su organización entre las tribus,
pues, aunque algunas de ellas se mantuvieron apartadas del conflicto, muchas se
pusieron del lado de los Romanos. Empero, más adelante, al comienzo de la Era
Cristiana, sus prácticas crueles fueron la causa de un conflicto directo con Roma, que
llevó finalmente a la supresión oficial del Druidismo”.
Y seguían las contradicciones. Un pueblo juridicista como el romano ¿cómo no
comprendía que los asesinatos rituales de los Druidas eran positivos actos de justicia, según
la convicción que el articulista expresaba renglones más atrás? ¿O quizás el redactor,
conocedor de la Historia, luchaba entre su deber de exponer los hechos verdaderos y una
orden de los Directivos de la Enciclopedia, o de otras personas de singular influencia,
por la que se lo obligaba a exaltar lo bueno del druidismo, muy poco por cierto, y a
ocultar lo malo, que era demasiado, o a edulcorar lo inocultable Como verás, Neffe, ésta
era la teoría de Konrad Tarstein.
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