Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 427
¨El Misterio de Belicena Villca¨
impedir ya que el Nuevo Orden se impusiese en el Mundo, autorizó la creación del apellido
Tharstein o Tarstein, contracción de Tharsisstein, acompañado del título nobiliario de Conde
y el derecho a exhibir en el Castillo de la Casa el escudo de armas familiar. El Castillo de
Tarstein se encuentra muy cerca de aquí, Kurt, a unos 100 km. de Berlín, mas Yo no lo
frecuento desde hace muchos años pues me hallo totalmente entregado a trabajar para la
Thulegesellschaft y la Orden Negra .
Venga Kurt; le mostraré algo muy secreto, y relacionado con este tema.
A continuación, me condujo por el pasillo exterior hasta un cuarto cercano,
herméticamente clausurado con doble cerradura. Una vez adentro, se reveló ante mi vista otra
nutrida biblioteca: en dos paredes debían estar depositados unos cuatro mil libros, muchos de
ellos de evidente antigüedad; en otra pared, una estantería rebosaba de documentos y rollos.
–Todo este material tiene una característica común: –explicó– se refiere a los “Druidas” y
al “druidismo”. Varios de esos documentos son muy secretos y han sido obtenidos a alto
precio: proceden de toda Europa y corresponden a todas las Épocas, hasta hoy. Es, con
seguridad, la más completa colección que nadie ha reunido jamás sobre los Druidas.
–Pero –exclamé sorprendido– ¿los Druidas no fueron personajes históricos ya
desaparecidos? ¡Habla Ud. como si aún existiesen!
–Hace un momento le mencioné el hecho de que mi familia, la Casa de Tharsis, se vio
obligada a huir hace siete siglos por causa de “un ataque de los Demonios”; pues bien: esos
“Demonios” eran Druidas, o “Golen”, como los denominaban mis antepasados. Y a partir de
entonces, que yo sepa, nunca ha decrecido su poder. Por el contrario, se podría afirmar que
hoy es más fuerte que nunca. Pero tenga presente esto, Kurt: si la Estrategia del Führer -
triunfa, y algún día el Tercer Reich acaba reinando sobre la Humanidad, una de nuestras
grandes batallas esotéricas deberemos librarla contra los Golen, que en Europa se constituyen
en pilar de la Sinarquía.
–Pero ¿quiénes son? ¿Dónde están? –pregunté atónito.
–En la Edad Media su centro de acción era la Iglesia Católica –respondió
pensativamente– donde, al parecer, fueron combatidos encarnizadamente por miembros de mi
familia. Luego del siglo XIV, más concretamente luego de la destrucción de la Orden del
Temple que obedecía a su inspiración, se difundieron y fortalecieron en diversos estamentos
de la sociedad europea. Hoy en día apenas existe organización donde no estén infiltrados los
Golen.
Sé que con esta respuesta no le aclaro mucho. Pero más adelante le describiré la
compleja estructura de la Sinarquía y entonces podrá comprender funcionalmente el papel que
desempeñan en la actualidad y podrá identificarlos con facilidad. Si le he mostrado ahora esta
biblioteca y le he mencionado a los Golen, no es para responder a la natural curiosidad que
ello le despertaría, sino para hacerle una seria advertencia. ¿Ha oído hablar de la caza por
especies
–Pues, creo que sí. ¿No es la que consiste en que cada cazador debe cobrar una pieza de
una especie determinada? ¿Cómo un juego, en el que un cazador debe cobrar, por ejemplo,
una liebre, otro un conejo, un tercero un faisán, el cuarto un pavo, etc.?
–Exactamente, Kurt –confirmó Tarstein–. Escuche esto, entonces, y grábeselo bien en el
cerebro: análogamente a la caza por especies, de entre los cazadores de la Sinarquía, los
Druidas están encargados de cobrar las piezas de su especie.
Me quedé mirándolo sin comprender; o sin querer comprender. El repitió:
–... de su especie, Kurt Von Sübermann.
No sabría decir qué me resultaba más asombroso, si la historia que había narrado
Tarstein, sin dudas verdadera, o el saber que estaba frente a un Conde, un Noble de linaje
antiquísimo: por su apariencia ciudadana, por su trato humilde y caballeresco, por su
indumentaria de dudosa calidad, difícilmente lo hubiese sospechado. Yo también heredaba un
título nobiliario; sin embargo algo interno, una intuición inexplicable, me decía que su Sangre
era más Pura, que su Estirpe era más antigua, que su nobleza era superior a la mía. De su
advertencia, sobre el peligro de los Druidas, por supuesto, no hice el menor caso.
Antes de salir tomó unas hojas mecanografiadas de la estantería de documentos y me las
alargó. “Son –me dijo– la trascripción del artículo ‘Druidism’ de la Enciclopedia Británica:
léalo; le refrescará la memoria”. Echó llave a la biblioteca druídica y regresamos a la cocina.
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