Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 419
¨El Misterio de Belicena Villca¨
contemplativa sino de una actitud enérgica (de energía), similar a la del guerrero un instante
antes de descargar el brazo con la espada, plena de fuerza potencial. En la contemplación hay
paz (quietud), en la evocación energía expectante.
El procedimiento empleado con éxito puedo explicarlo así: Recreaba en mi Espíritu el
momento en que apareció la Voz. Trataba que este recuerdo fuera lo más “exacto” posible, es
decir, que me transportara psicológicamente al clímax vivido durante la experiencia. Entonces
se presentaba la Voz, el recuerdo de la Voz, tan velozmente como “recordaba” que había
aparecido. Pero entonces, utilizando el recientemente descubierto poder “orientador” de la
conciencia, “dirigía” a ésta “hacia” la Voz (repito: como quien recuerda) y lograba así “ampliar”
imperceptiblemente el Tiempo de manifestación de la Voz. Surgía la voz en el recuerdo y Yo
trataba de ceñir el recuerdo en torno a ella, recortando lo accesorio, concentrándome sólo en
ella, tratando de convertir la fugacidad en permanencia, sin que por esto perdiera en algo su
dinámica vocal. Así iba logrando, cada vez más, “seguir” el mensaje de la Voz desde su
aparición hasta su extinción.
La aparición (comienzo) no me preocupaba, pero sí la extinción, pues iba ampliando cada
vez más el momento último de la Voz, hasta que llegué a “oír” con total nitidez el tono final, el
límite preciso entre la Voz y el Silencio. Llegado a ese punto sentía en la conciencia –de tan
dirigida hacia la Voz– como si hubiera una prominencia cónica y aguda, como un embudo
visto desde el lado en que se vuelca el líquido.
La Voz había penetrado en mi mente por un punto –el oído interior– y hacia allí apuntaba
el vértice del cono psíquico en que se convertía la conciencia al perseguir tenazmente el
instante de la extinción final del “mensaje”.
Fui practicando esta suerte de evocación selectiva cuando, al “examinar” (de algún modo
hay que decirlo) el cono psíquico, de pronto me vi precipitado en un túnel ligeramente
espiralado y vaporoso, como un vórtice de energía brillante y lechosa que pronto concluyó con
una imagen perfectamente definida y nítida.
pues de ella era de
quien brotaba la Voz.
Siguiendo la Voz en su extinción, como un eco, había arribado a su fuente de origen y ésta
era deslumbrante y cegadora. Provisto ahora no sólo de un oído interior sino también de una
visión interior participaba absorto de una excelsa imagen ígnea. Porque aquel maravilloso y
sabio Verbo no era emitido por garganta alguna, ni provenía de una entidad humana o tan
siquiera antropomorfa.
Simplemente brotaba de una lengua de fuego que titilaba rítmicamente acompañando el
devenir del Verbo.
– ¡Oh fuego helado y rutilante, Dios es testigo que en ti he reconocido la Divinidad del
Espíritu Hiperbóreo!
De frente a esa Presencia Divina, hecha de Fuego, Voz y Sabiduría, no cometí la necedad
de interrogar, ni tuve sorpresa o deseo de saber o comprender.
Una salvaje alegría, un gozo primordial me fue invadiendo mientras el logos ígneo
resplandecía bajo la mirada interior. Y ese júbilo inefable obedecía a una certeza: había
recobrado algo perdido hacía mucho tiempo, no sabía decir cuándo ni dónde. Pero con
seguridad de eso se trataba pues la flamígera Presencia no me era desconocida aunque de
algún modo misterioso Yo la había olvidado hasta ese momento. Y la alegría del reencuentro
colmaba mi Espíritu de un placer indescriptible.
Ignoro cuánto duró aquel primer éxtasis, pero recuerdo claramente el conocimiento que
“quedó” en mi conciencia como un estrato sedimentario al fin de la experiencia. Digo
“conocimiento” porque al conectarme telepáticamente con la misteriosa Voz, accedí a un
Torrente de Sabiduría –no sabría llamarlo de otro modo– que al penetrar en el Espíritu disolvía
toda duda, tornaba inútil cualquier interrogante y reunía y sintetizaba los opuestos. Esto
sucedía así porque la Voz –auténtico Logos– cuya substancia la constituía el Fuego y el
Verbo, transmitía Su Palabra por el sólo hecho de entrar en contacto con ella.
¿Y qué decía la Voz en aquella ocasión? Sería una torpe pretensión intentar describir con
palabras semejante experiencia trascendente pero correré este riesgo y breve e
imperfectamente resumiré las partes esenciales del mensaje:
–“Yo soy un Ser perteneciente a la Antigua Raza que llegó a la Tierra con Lúcifer hace
millones de años. Me han llamado Ángel, pero ésa es una denominación ambigua. He sido
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