Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 418

¨El Misterio de Belicena Villca¨ razón, por la interrogación a la realidad del mundo, entraña una violencia y una rebeldía embozada. La interrogación lleva implícita la posibilidad de la respuesta y en esta implicación hay algo soberbio y arrogante. Interroga el que orgullosamente “sabe” que será saciado en su saber. Esta rebeldía, este orgullo, esta arrogancia, en fin, esta violencia que subyace en la interrogación es, por supuesto, totalmente inútil, toda vez que no facilita la liberación del hombre de su encadenamiento a las formas ilusorias de la materia. El error moral de la interrogación como “medio para conocer” se evidencia en toda su absurda contradicción cuando el hombre afirma el “derecho” a preguntar, es decir cuando establece que es jurídica y moralmente lícito el obtener conocimiento por la interrogación. Porque si es lícito y hasta aconsejable practicar la interrogación, sin límites ni vallas morales hacia la cosa cuestionada (sin tabúes), no tardaremos en ver al hombre fieramente plantado cara a cara con Dios interrogándole, posibilidad absurda que conduce inevitablemente a la negación de Dios (ateísmo), a confesar la imposibilidad de esta pregunta (agnosticismo) o a las más perturbadoras hipótesis que son sólo eso, respuestas probables pero no verdaderas respuestas. La Gnosis, corriente filosófica a la que se refirió bastante Belicena Villca, afirmaba la posibilidad de “salvarse” por medio del conocimiento (gnosis), pero este “conocimiento” no debía ser obtenido de manera racional. Como decía Serge Hutin: “La gnosis, posesión de los Iniciados, se opone a la vulgar pistis (creencia) de los simples fieles. Es menos un ‘conocimiento’ que una revelación secreta y misteriosa”. “... La gnosis constituye una vez que ha sido alcanzada, un conocimiento total, inmediato, que el individuo posee enteramente o del que carece en absoluto; es el ‘conocimiento’ en sí, absoluto, que abarca al Hombre, al Cosmos y a la Divinidad. Y es sólo a través de este conocimiento –y no por medio de la fe o de las obras– que el individuo puede ser salvado”. Existe entonces otra vía para “conocer” y, aunque una conspiración oscurantista haya borrado de la Historia Oficial a la Gnosis y su Sabiduría Iniciática, fue a la manera “gnóstica” que hallé la solución para comunicarme con la Voz. Es que efectivamente hay una forma de obtener conocimiento “más allá” de la razón, sin caer en la mecánica de la pregunta y la respuesta, de la comparación y la conclusión, del análisis y la síntesis, en fin, de la dialéctica. Y es sumamente sencilla. Consiste en disponer el Espíritu para recordar, en forma análoga a la actitud asumida por la conciencia cuando “busca” un recuerdo en la memoria. En este caso no se trata de adoptar una postura contemplativa, de “mente en blanco”, sino de una acción dinámica, que “busca” sin “preguntar”. La sabiduría de comprender esto estriba en aceptar el hecho de que la conciencia es “orientable”, “direccionable” hacia zonas de la mente. Cuando deseamos recordar algo, la razón puede interrogar o no, pero el recuerdo viene inexorablemente. Por ejemplo ¿qué corbata usé en la fiesta de Juan Pérez? y la respuesta viene automáticamente –la corbata verde–. Pero seamos sinceros ¿es una verdadera “respuesta” la obtenida? o cuando quisimos saber qué corbata usamos dispusimos la mente a “buscar” el recuerdo de la fiesta en lo de Juan Pérez y este recuerdo apareció en la conciencia como una imagen que fue prontamente traducida por la razón en forma de proposición: la corbata verde. Porque si en lugar de preguntar, simplemente evocamos el recuerdo de la corbata usada, ésta “aparecerá” sin ser necesariamente la respuesta a una pregunta ni tampoco una proposición. Cuando comprobé esto y verifiqué fehacientemente que al “recordar” la conciencia se “dirige” hacia el recuerdo, dispuse análogamente mi Espíritu para “dirigirse” a la Voz. Al principio no tuve éxito, principalmente porque la razón interfería con dudas y escepticismo, pero cuando me concentré bien y pude recrear en la mente los momentos fugaces en que la Voz irrumpió, entonces comencé a progresar. La Voz había aparecido y desaparecido en un instante, con una velocidad mayor que el más veloz de mis pensamientos, al punto que, a veces, no solía distinguir claramente sus palabras. Por eso es que debía concentrarme mucho, y evocar el recuerdo, sólo evocar, no interrogar, disponer la conciencia para que sobrevenga el recuerdo y permanecer en total inmovilidad espiritual. El que entienda comprenderá que no se trataba de una actitud 418