Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 413

¨El Misterio de Belicena Villca¨ Debo destacar que la seguridad que tenía de estar en lo cierto iba acompañada de un profundo análisis en el que consideraba, entre otras cosas, el hecho de que la Voz era capaz de emitir conceptos que Yo de ningún modo conocía. Esto puede tener una explicación más o menos psicológica pero algunos conceptos eran muy específicos y sin embargo la Voz los utilizaba y estructuraba con gran precisión. Ergo, la Voz era “Sabia” y esto sí que no tiene explicación rebuscada salvo que se acepte lo que realmente es: que la Voz pertenecía a una entidad psíquica ajena a mí. Otro elemento del fenómeno que tomaba en cuenta para el análisis era el hecho de que no había sido espiritualmente “invadido” por otra entidad como ocurre en la posesión diabólica o en el espiritismo, sino que a mi conciencia llegaba solamente la Voz, nítida y enérgica, sin consecuencias psicosomáticas de ninguna especie. Es decir que al producirse el fenómeno Yo no “veía”, ni “sentía”, ni “gustaba”, ni “olía” nada raro; solamente oía la voz y era, repito, como si se me hubiese “abierto” mi oído interior. Las primeras veces que escuché la Voz fui sorprendido por el inesperado mensaje que surgía a saltos, enérgica y velozmente, disparada rítmicamente como un rayo. No aparecía siempre, sino cuando meditaba en alguna cuestión que requería cierta concentración. Para que se entienda mejor la calidad del fenómeno que me acontecía daré algunos ejemplos. Tú eres médico psiquiatra, Neffe, y no deseo, dentro de lo razonable, que dudes de mi cordura pues lo que ocurría debe interpretarse como una ampliación de la capacidad de percibir, antes que como una “enfermedad”. (Hice una seña de asentimiento y confianza a tío Kurt pues nadie como Yo sabía cuántas arbitrariedades se cometen en torno a las auténticas virtudes psíquicas del hombre, aquellas que se desarrollan “solas” o auto desarrollan y lo enaltecen sin afectarle en nada su equilibrio racional pues se integran “naturalmente” a la personalidad. Virtudes psíquicas que se obtienen espontáneamente, sin recurrir a absurdos “métodos ocultos” o “gimnasias de meditación trascendental” que terminan por quebrar el delicado orden mental y acaban por conducir al discípulo a la locura y la muerte). –Recuerdo un día –prosiguió tío Kurt– en que me encontraba leyendo el Bhagavad-Ghita 30 , escrito védico perteneciente a la gran epopeya del Mahabarata, guerra mítica que envolvió en la lucha a hombres, Ángeles y Dioses y de cuyo recuerdo los antiguos arios de la India escribieron y recopilaron. El Ghita trata sobre la batalla que debe librar el héroe Arjuna para recuperar el trono, usurpado por su primo. Arjuna es un miembro de la casta guerrera o sea un Kshatriya y junto a él se encuentra Sri Krishna, encarnación del Dios Vishnú. En la primera parte llamada “El pesar de Arjuna”, Arjuna se desplaza con su carro frente al ejército enemigo comprobando que junto con su primo se han alineado gran parte de sus parientes y amigos: 26. – Entonces, Arjuna vio allí a sus tíos, tíos-abuelos, instructores, tíos maternos, sobrinos, sobrinos-nietos, suegros, amigos y Camaradas. 27. – Viendo a los parientes y amigos reunidos allí, Arjuna sintió gran compasión y muy apesadumbrado, dijo lo siguiente: 28. - 30. –Dijo Arjuna: ¡Oh Krishna!, viendo a esos parientes deseosos de pelear, me fallan los miembros del cuerpo, mi boca está seca, estoy temblando, el cuerpo se me estremece, mi piel arde, no puedo sostener el arco. No puedo estar de pie, mi mente está en un torbellino. ¡Oh Sri Krishna!, veo signos de mal agüero. 31. - 34. –No veo qué bien puedo lograr, matando a mis parientes en la guerra. ¡Oh Krishna!, Yo no deseo la victoria, ni la soberanía, ni los placeres. ¡Oh Govinda! ¿De qué nos servirían la soberanía, los placeres, aún la vida misma, cuando mis instructores, tíos, hijos, tíos-abuelos, tíos maternos, suegros, nietos, cuñados y demás parientes para quienes deseamos esas felicidades, están reunidos aquí para luchar, habiendo renunciado a sus bienes, y aún a sus vidas? 30 Bhagavad-Ghita: “Canto del Señor” en sánscrito. Libro sagrado de la India. 413