Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 338
¨El Misterio de Belicena Villca¨
se había establecido allí, le hacían escribir a su familia, amigos y conocidos diciendo
que el país era tan bueno y la gente tan feliz que nadie podía formarse una idea de él. En
Gran Bretaña –colonia penal atlandesa– había muchos hombres pero pocas mujeres.
Cuando los Golen supieron esto, llevaron muchachas de todas partes y se las dieron a
los británicos por nada. Pero todas esas mujeres servían sus propósitos de robar niños
a Wr-Alda para dárselos a los falsos dioses”.
En el Oera Linda se denomina Wr-Alda a Dios. Pero este Dios Frisón es alternativamente,
en los antiguos relatos, ora el Demiurgo Jehová Satanás, ora el Incognoscible Dios
Hiperbóreo. La confusión surge, presumiblemente, a causa de la caída en el exoterismo que
padecen los Frisones, así como otros pueblos sobrevivientes de la catástrofe atlante, con el
correr de los siglos.
Sobre esta parte del Oera Linda, comenta Robert Scrupton: “Triuwiden, o Druviden,
puede considerarse el origen del nombre ‘Druidas’, mientras que ‘Golen’ es otra forma de
‘galli’, vale decir, los ‘gauls de Fenicia’”. Como ve, amigo Arturo, este increíble documento hace
retroceder en muchos siglos las noticias sobre los Druidas –que ahora serían “los que no
tienen la Verdad”– haciéndolos provenir de Medio Oriente, lo que confirma la presunción que
siempre existió sobre su origen no celta.
Faltaría saber ahora... – ¿Me está escuchando Arturo?
Había quedado paralizado minutos atrás, precisamente cuando el Profesor leía el Oera
Linda y pronunció la palabra “Golen”. Los encarnizados perseguidores de la Casa de Tharsis,
a quienes Belicena Villca denominaba “los Golen”, eran definitivamente “Druidas”. Eso Yo ya lo
sabía porque estaba implícito en la carta; pero allí el Profesor me demostraba que ello no
constituía ningún secreto, que existían documentos e información suficiente sobre aquellos
malditos Sacerdotes. Sólo mi ignorancia de la Historia, y de los personajes más oscuros de la
Historia, había causado la sensación de extrañeza que experimenté cuando leí la carta y
conocí las intrigas y los planes de los Golen. A punto estuve más de una vez, y ahora me
arrepentía de ello, de dudar de la cordura de Belicena, de negar la fantástica realidad de los
Golen.
–Sí Profesor, le escucho –respondí temeroso de ofenderlo.
–Faltaría ahora –repitió pacientemente– saber si realmente se trataba de Fenicios, pues
en esa Época Sidón era una ciudad portuaria, tremendamente cosmopolita.
Comprendía el interrogante que planteaba el Profesor pero no me interesaba por el
momento profundizar en esa dirección, habida cuenta de todos los detalles aportados por
Belicena sobre el origen hebreo de los Golen. En cambio una pregunta diferente pugnaba por
salir de mi garganta: debía conocer qué sabía el Profesor sobre la actualidad de los Golen.
–Profesor Ramírez, disculpe si lo interrumpo, pero ¿hay Druidas en esta Época? –
pregunté con vehemencia.
Suspiró resignado el viejo profesor.
–Ud. me hace una pregunta muy concreta y trataré de responder en idéntica forma; pero
entienda que no es fácil y deberé ponerlo sobre otros antecedentes para que pueda juzgar, por
sí mismo, la validez de mi respuesta: porque si bien hay sociedades celtistas y autores
dedicados al estudio del druidismo, sólo se trata de historiadores o diletantes y no de
verdaderos Fili. La verdad habrá que buscarla, entonces, en otra parte.
Durante varios siglos el druidismo pareció eclipsado, específicamente (como bien dijera
Ud. al comienzo de nuestra charla) desde la conversión de los pueblos celtas al cristianismo.
Esta conversión es bien temprana, pues San Patricio convierte a Irlanda al catolicismo entre
los años 432 y 463. Los pueblos celtas de las Galias estaban en esa Época bajo el dominio de
dinastías germanas, las que abrazaban en todos los casos el cristianismo arriano, doctrina
elaborada por el obispo libio Arrio en 318 y condenada por herética en el Concilio de Nicea de
325. El padre Llorca, en su monumental Manual de Historia Eclesiástica, dice que, según Arrio:
“no hay más que un solo Dios, eterno e incomunicable. El verbo, Cristo, no es eterno,
sino creado de la nada. Por tanto verdadera creatura, mucho más excelente que las
demás; pero no consubstancial con el Padre. Por consiguiente no es Dios”.
Esta doctrina atentaba contra el “Misterio” católico de la Trinidad por lo que fue ferozmente
combatida por los Romanos Papas.
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