Mi primera revista sterio de Belicena Villca editorial de la cas | Page 334

¨El Misterio de Belicena Villca¨ antiguos y muchos escritores clásicos los mencionaron, su origen y Doctrina permanecen en el más oscuro misterio. Algunos de estos escritores que vienen a mi memoria, son, para su ejemplo, Julio César, Posidonio, Cicerón, Diodoro Sículo, Estrabón, Plinio, Tácito, Luciano, Suetonio, Diógenes Laercio, Orígenes, etc. Ninguno arroja demasiada luz sobre ellos y eso a mi juicio por tres razones: 1ro. porque su enseñanza era oral, 2do. porque su enseñanza era iniciática, 3ro., y principal, porque los más interesados en ocultar todo cuanto concierne al “Druida”, fueron los mismos Druidas. Con respecto a su apreciación de que constituían una especie de “Casta Sacerdotal”, le diré que aparentaban no ser ni lo uno ni lo otro. No formaban una casta sino una Orden; y no serían “Sacerdotes” puesto que no oficiaban públicamente los rituales de un Culto, como correspondería para merecer ese calificativo. Sin embargo, el hecho de que no oficiaran un Culto en público no significa que no lo poseyeran y practicaran secretamente, en la espesura de los bosques, cerca de las construcciones megalíticas milenarias que Ellos adaptaban para tal fin. Sí, Dr. Siegnagel. Acierta Ud. en este punto: los Druidas eran Sacerdotes; y de la peor especie que se haya registrado en la Historia de la Humanidad. También cree Ud. que eran “Sabios y tendrían una moral nada desdeñable”. Pues, sobre su “Sabiduría” hay pocas dudas ya que detentaron todos los aspectos del saber celta. En cambio las opiniones son encontradas, cuando se refieren a la moral del Druida, un General pederasta como Julio César (100-44 A.J.C.) los halló agradables e incluso envió al Druida Viviciano a Roma como Embajador. Pero en el aspecto moral, el futuro cónsul dejaba mucho que desear; en cambio Estrabón (60 A.J.C.), célebre geógrafo griego, con-temporáneo del anterior, menciona actos de tremenda crueldad “que se oponen a nuestras costumbres” y relata cómo los Druidas realizaban augurios “leyendo” los profundos dolores de una víctima apuñalada por la espalda. También eran afectos a los sacrificios humanos, los que consumaban introduciendo a las víctimas en una enorme máscara de mimbre a la que luego prendían fuego. Los Druidas “consideraban un deber cubrir sus altares con la sangre de sus prisioneros y consultar a las Deidades en las entrañas humanas” escribió Tácito. Continuó un buen rato, el Profesor, leyéndome citas de diversos autores griegos y latinos, unos enalteciendo tal o cual virtud, otros condenando de plano la maldad druídica. No se me escapaba que quienes “condenaban” a los Druidas eran también paganos, por lo que grandes debían ser las aberraciones de éstos, capaces de impresionar a hombres familiarizados con todas las barbaries de sus respectivas Épocas. La explicación lingüística que había ido a buscar de la erudición del Profesor ya estaba satisfecha. Empero, aquel hombre se empeñaba en instruirme sobre los Druidas, revelándome cuanto él sabía de los mismos, y Yo no podría ser tan descortés como para negarme a escucharlo. Aunque su charla repitiese temas ya sobradamente expuestos en la carta de Belicena Villca. Después de todo, el comprobar que otros conocían parte de aquellas verdades, sólo podría infundirme seguridad; y tranquilizarme sobre la salud mental de la difunta Iniciada. –Como ya le dije –prosiguió el Profesor– no existen documentos de fuente celta que puedan consultarse, a no ser las sagas recopiladas por D'Arbois de Juvainville en el siglo XIX, muy ricas en elementos tradicionales de los celtas de “Iwerzón” o Irlanda. En ellas comprobamos el gran poder de los Druidas al favorecer las sucesivas invasiones celtas (Fir Bolg o celtas de Bélgica; Fir Donan y Fir Galois, o galos, Escoceses y galeses) a Irlanda, habitada hasta ese entonces por los Fomore, seres gigantes y los Tuatha de Danan, Divinos Hiperbóreos. En más de una ocasión los celtas derrotan a los Gigantes Fomore a quienes exterminan y también acaban por expulsar a los Tuatha de Danan a pesar de los poderes mágicos de estos. Es que los Druidas dominaban las fuerzas de la naturaleza, como si tuviesen la ayuda del mismo Satanás. Producían lluvias, tormentas eléctricas y nieblas; embravecían los mares o los aquietaban; hacían “aparecer” bellas mujeres o monstruos espantosos por materialización; etc. En tiempos de la invasión de los Galeses, su jefe, el Druida Amergin, realiza el siguiente ritual: poniendo el pie derecho en la tierra a conquistar recita: Yo soy el Viento que sopla sobre las aguas del Mar. 334